
El famoso cubito terminó con sus piezas de colores por cualquier lado y el paso del tiempo me hizo olvidar de su existencia. Pero como cual pesadilla, el colorido artefacto volvió en mi camino cuando mi primogénito tuvo la gran ocurrencia de llegar con uno a casa, el mismo que su hermana chica en cosa de segundos logró que pasara a mejor vida.
El recuerdo, que para muchos puede ser un absurdo, regresó hace unos días cuando circuló la noticia de que un niño chino lograba armar el cubo en 11 segundos.
Ahí sentí la tentación bizarra de tener al “colorinche” nuevamente entre mis manos. Me abstuve y opté por averiguar algunos antecedentes. Me informé que se llama “cubo de Rubik”, en honor a su mentor húngaro, que fue creado en 1974, que se le conoce como “cubo mágico” y que es considerado uno de los “¿juguetes?” más vendidos del mundo.
También supe del primer torneo mundial de “Speedcubing”, organizado nada menos que por el Libro Guinness de récords mundiales el 13 de marzo de 1981 en Munich, Alemania. El ganador oficial, un alemán, lo armó completo en 38 segundos. Un año después, un estudiante vietnamita de Los Ángeles logró un tiempo de 22.95 segundos.
Sin embargo, el récord data de 2013 y corresponde a los 5.55 segundos del holandés Mats Valk.
Lo anterior, lejos de hacerme sonrojar, es un alivio, más cuando mis amigos se rompían el “mate” y se sentían “bacanes” cuando lo armaban en cosa de minutos.
Y un dato anexo, nadie, absolutamente nadie, ha podido armarlo en un segundo o en un movimiento, algo que aseguran sí lo puede hacer un robot que ya está intentándolo.
Si a usted le trajo recuerdos, vaya compre el cubo e inténtelo, al menos le servirá para matar el tiempo, el mismo que antes parecía sobrar y ahora escasea.