La historia se parece mucho a la del Akita Hachiko, que fue llevada al cine y cuyo amo fue protagonizada por Richard Gere. Hace diez años, Pedro Vera Cárcamo, un trabajador chileno en la zona de Río Grande, en el extremo sur de Argentina, se desempeñaba en las estancias de la zona como peón, rutina en la cual adoptó un perro callejero como mascota y bautizó como “Calafate”, en alusión al arbusto de la Patagonia. Sin embargo, el hombre no anticipó lo que el destino depararía para la singular pareja de compañeros.
En 2004, Vera murió debido a un accidente laboral, dejando en total desamparo a su perro, quien pese a ser adoptado por una estancia, hizo habituales las escapadas al cementerio local para acudir a la tumba de su desaparecido amo.
Según el diario de Río Grande El Sureño, los responsables del cementerio hicieron los esfuerzos por impedir la entrada del animal, no obstante la insistencia de “Calafate” fue más fuerte, terminando por hacerse un residente habitual del lugar.
“Puede ser que algún perro se metiera y siempre los sacábamos. En el caso de ‘Calafate’ recuerdo que tenía hambre y lo sorprendíamos comiéndose las velas, por lo que lo sacábamos corriendo, pero siempre volvía”, recordó uno de los funcionarios del cementerio.
Desde entonces y durante una década, el humilde perro resguardó la tumba de su amo chileno, haciéndose conocido en toda la ciudad patagónica por su particular historia, por lo cual no eran pocos los vecinos que le llevaban alimento y abrigo.
Sin embargo todo acabó esta semana, cuando tras ser atacado por otros dos perros, “Calafate” sufrió heridas que le provocaron la muerte, siendo sepultado por los mismos funcionarios del Cementerio de Río Grande.
Para los trabajadores y visitantes, el animal se había convertido en una leal compañía, la misma que ahora pasó a descansar cerca del chileno que lo adoptó como mascota hace más de diez años, cuando ambos recorrían la pampa austral argentina.