El puñado de operarios se encarga de producir lo que, según cuentan en la empresa, es sólo el 10% de lo que la planta está preparada para entregar. Pero el mercado aún es pequeño.
Desde que salió a la venta, en 2010, Aonni apuntó a un mercado de elite. Hoy están presentes en hoteles y restaurantes de Santiago, pero la mayor parte de su producción se exporta, principalmente a Estados Unidos.
Pero en la compañía quieren más.
La encargada del aseguramiento de la calidad del agua, Sandra Pérez, cuenta que, desde hace algunos meses y hasta hoy, buscan expandirse al mercado chino, a través de la creación de nuevos productos (hasta ahora, sólo existe el agua “natural”, mientras se trabaja en una gasificada) y nuevos formatos (una nueva botella, por ejemplo).
“Estamos haciendo varios experimentos”, cuenta Pérez, “regulando el tamaño de la burbuja, por ejemplo”.
La diversificación de sus producciones busca generar un mejor posicionamiento de la marca y llegar a más mercados distintos.
“La apuesta siempre ha sido un producto premium”, explica Pérez. “Intervenimos el agua lo menos posible para dar un producto natural”.
Proceso
Poco menos de un minuto tarda cada botella de Aonni en estar lista para embalaje. Esto, desde que el agua -proveniente de una vertiente semisubterránea y obtenida desde un pozo que se abre sólo cada cambio de estación y en el que no se usan bombas- entra a la planta, pasa por siete filtros distintos, es desinfectada con rayos ultravioleta y ozono y, finalmente, puesta en la botella.
Pero el producto que vende Aonni es más que agua. En su formato de mayor tamaño, la tapa tiene un formato patentado en Alemania (y, por lo tanto, tienen que ser traídas desde el extranjero), mientras la botella -que ha recibido diversos premios por su diseño- es comprada a Cristalería Toro.
Fuera del proceso, las inversiones pasan también por los implementos necesarios para la producción. La maquinaria, cuenta Pérez, es israelita, y si hay algún desperfecto técnico, en Magallanes no hay quien la repare.
Muchas de las pruebas de calidad exigidas por el mercado internacional, además, tienen que ser tomadas en el extranjero.
Toda esa cadena de valor, explican en Aonni, justifica el alto precio que tiene el producto.
Esto, porque confían en que cada botella contiene un agua única y de alta calidad. “El mercado internacional es mucho más exigente (que el local)”, cuenta Pérez, y agrega que “la FDA (que monitorea los alimentos en EE.UU.) nos dio resolución en 18 estados. Cumplimos con todas las exigencias”.
Por eso, en la planta hay confianza en que su expansión en el mercado internacional es inminente. Cuentan que ya ha habido visitas de posibles compradores desde Asia y que, si se concretan los acuerdos, podrían aumentar considerablemente su producción.
Esa confianza, la resume Pérez en una frase: “creemos que este va a ser nuestro año”, dice.