
La gigantesca embarcación -de 206.000 toneladas- tenía como destino final Quintero, en la Quinta Región.
La semana pasada, el 77% de los votantes de la ciudad argentina de Magdalena, al este de Buenos Aires, aprobó en un plebiscito la oferta de 9,5 millones de dólares de la petrolera Shell como indemnización por un derrame de crudo que contaminó la costa en 1999. Tras 10 años de juicio, la empresa del crudo se sacó un peso de encima.
Según los expertos, en promedio hay tres derrames graves de petróleos al año. En 2006, hubo tres: los protagonizaron el buque mexicano Orión, en el Golfo de México; el petrolero “M/T Solar 1”, de la Sunshine Maritime Corporation, en Filipinas; y el barco paquistaní “Orient One”, en Karachi.
En 2007, también hubo otros tres. Fueron el carguero chipriota “Server”, que 300 toneladas en Noruega; el buque surcoreano “Cosco Busan” en California, cuyas autoridades consideran el peor accidente medioambiental del orbe, con un derrame de 220 mil litros; y el barco ruso “Volga-neft” en Rusia, que botó 2.000 toneladas.
Diversos ambientalistas coinciden en que las empresas no son capaces de reparar el daño generado y las indemnizaciones son simbólicas cuando las hay. Tal vez por ello, pocos expertos recuerdan el hecho, y mucho menos la indemnización por el daño causado por el petrolero Metula, en Magallanes.
En aguas del estrecho
La noche del 9 de agosto de 1974 varaba en el Estrecho de Magallanes el Metula, un buque gigantesco de 206.000 toneladas, 325 m. de eslora, 47 metros de manga y 19 metros de calado. Su destino final era Quintero, en la Quinta Región.
La embarcación pertenecía a la empresa holandesa CuraÇaosche Sheepvaart Matas, que cumplía contrato con la Empresa Nacional de Petróleo de Chile (Enap) y que transportaba una carga de 193.472 toneladas de crudo.
De su carga, se derramaron alrededor de 53.000 toneladas de petróleo, las cuales llegaron rápidamente a las costas chilenas por los vientos y las corrientes del Estrecho de Magallanes.