Según cifras, hay una baja en el gasto de los compradores y una modificación en los consumos que marcan la economía doméstica en este delicado momento.
Estamos inmersos en un crudo momento. Existe una incertidumbre generalizada en todo el orbe, también en Magallanes, sobre las constantes alzas que apremian la economía doméstica, lo que está afectando, directamente, en el comportamiento de los consumidores.
Una enraizada crisis financiera, que descartó cualquier expectativa de crecimiento para este año de acuerdo con los indicadores del Banco Central (BC), los nuevos tarifados para los servicios básicos y el combustible que marca una tendencia acumulada en aumento, son todos factores que desencadenan que el costo de la vida suba y suba.
En el último año, hemos visto cómo nuestro poder adquisitivo ha caído. Según algunas cifras manejadas por consultoras y las estimaciones de especialistas, la vida se ha encarecido en alrededor de un 9,5%. Sin embargo, más allá de las discusiones a nivel de autoridades y las políticas de “salvataje” que ha lanzado el Ejecutivo, en la casa somos más pragmáticos y cuando el bolsillo se ve afectado, sabemos cómo adoptar una economía de “guerra”.
Es así como adaptamos ciertos hábitos que, en algún momento, significaron “gustitos” en épocas de “abundancia”, pero que cuando hay que hacerle un hoyo más al cinturón, no tenemos mayor problema en dejarlos si éstos significan un gasto demasiado pesado para presupuesto doméstico.
Según estudios recientes, hay registro que evidencia una baja en el gasto de los compradores y un cambio de hábito de consumo del que los mismos proveedores de servicios y tiendas pueden dar fe: más ampolletas apagadas, pago de bencina a crédito, búsqueda constante de las ofertas y menos salidas a comer, son sólo algunas de las medidas para hacer frente a este delicado momento económico.