
Temas tan variopintos como: candidaturas, posición política ante la delincuencia, píldora del día después, aborto, o salida al Pacífico para Bolivia, son frecuentes para recoger lo que piensa el “respetable”. Guillermo Cumsille, profesor de la Cátedra de Opinión Pública de la Escuela de comunicaciones de la Universidad de Chile, opina que el protagonismo de la encuesta no debe ser tal si se está utilizando como una especie de reemplazo del rol del político, pues ya no se le escucha a él, se da paso a lo que entrega la encuesta, sin preocuparse de su calidad.
En 1958, fecha en que se dio la partida a estos instrumentos de medición de opinión, había rigurosidad en la elección de la muestra, el tamaño y la selección de los entrevistados; con la dictadura fueron prohibidas, pero luego, cuando se reabrió la posibilidad de utilizarlas, su rigurosidad no volvió a ser tal, muchas son efectuadas en forma telefónica y considerando apenas 400 casos, cuyo costo no alcanza dos chauchas.
De manera que hoy, a pesar de los recursos técnicos modernos, su calidad ha disminuido. Hoy por hoy la manipulación se produce por el lado de la selección intencionada de la muestra, o por medio de la redacción de las preguntas.
El individualismo que fue introducido como política psicológica de Estado, tal como el temor a participar de las personas durante la dictadura, que caracteriza el grado de participación de los chilenos actual, permite que exista una carencia de referentes, todos quieren acercarse al centro y las posiciones terminan diluyéndose; ahora la importancia al parecer reside en el marketing del atractivo de la persona del candidato, más que en sus ideas o proyecto de cambio, de allí la importancia que se le endosa a las encuestas.
Por eso es importante una regulación de ellas, un organismo que las valide en su calidad técnica y cumplimientos éticos, que se debe informar junto a los resultados para que nos interioricemos de su calidad.