
El derecho a la utilización del tiempo de descanso y, en particular, el derecho a tener vacaciones, y a la libertad de viajar y de hacer turismo, consecuencia natural del derecho al trabajo; debe ser protegido más allá de la letra impresa. En este sentido, considero que a las instituciones del Estado les corresponde fomentar un turismo social, donde la ciudadanía sea capaz de llenar el ocio de una manera cerebral. Hay descansos que pueden ser un desmedido alarde de divertimento baladí que no aportan nada interiormente a la persona, más que un consumo innecesario. Las vacaciones no se consumen, se viven. Sin embargo, no olvidemos que la relación entre turismo y armonía es realmente un axioma básico. La amistad, el conocimiento entre culturas abre la posibilidad al turismo y éste intensifica y amplía la concordia. Conocerse puede conducir a una mayor comprensión, a una mayor tolerancia, a nuevas formas de cooperación. Téngase en cuenta que desde el conocimiento se pueden derrumbar las barreras que nos separan. Justamente, el código ético mundial para el turismo, se declara a favor de “un turismo responsable y sostenible, al que todos tengan acceso”. Las razones de esta opción, así como las condiciones que deben darse, vienen expuestas a lo largo de su articulado. Se refiere a la contribución que el turismo puede aportar, tanto a la persona como a la sociedad o a las relaciones entre los países. Al señalar al turismo “como un medio privilegiado de desarrollo individual y colectivo”, se menciona ante todo el que se le considere “un factor insustituible de autoeducación, tolerancia mutua y aprendizaje de las legítimas diferencias entre pueblos y culturas y de su diversidad”.