
La acción es estúpida. Hay, por consiguiente, una necesidad perentoria de alumbrar nuevos modos y maneras de vida, de educar con la obligación de respetar el medio ambiente. Todas las fuerzas políticas, económicas, sociales, la misma persona como individuo de una colectividad, han de verse y vivirse como gestores de su medio ambiente en el que no tienen cabida los explotadores. Quizás tengamos que articular las lenguas bajo un lenguaje común, el de vivir y dejar vivir; modular las ciencias humanas con las ciencias naturales, concertar filosofías con la interpretación filológica del universo.
No tenemos otra mansión que el planeta, al que hemos de cuidar y cultivar con el abecedario de la libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos, no el bien de algunos como viene sucediendo. Como alguna vez dijo Kofi Annan: “Una sociedad que aísla a sus jóvenes, corta sus amarras: está condenada a desangrarse”. Ellos, sin duda, son el empuje vital para que la sociedad cambie. En consecuencia, prestemos atención a su voz que, en su palabra, arde la auténtica solidaridad que tanto escasea en el mundo.