
En el libro de San Mateo de la Biblia, se lee: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia, y la fe. Esto era necesario hacer, sin deja de hacer aquello”.
En otra parte de la Biblia hay también una parábola sobre el tema, según la cual, “Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo. Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios ten compasión de mí que soy un pecador”.
Aunque no con ese nombre, los fariseos existen hasta hoy entre nosotros. Y así como las callampas surgen en el campo después de una temporada de lluvias, los fariseos aparecen en una temporada electoral.
Para que hablar de esos fariseos que hacen promesas en las elecciones que nunca han pensado en cumplir. Son los que han criticado, por ejemplo, los viajes de políticos al extranjero, senadores, diputados y hasta concejales y una vez elegidos, se anotan en primera fila para el próximo viaje.
O los que acusan a alguna autoridad de intervención electoral porque, por dar un ejemplo, un intendente o un alcalde fue fotografiado en algún acto público con un candidato y rasgan vestiduras, se cubren la cabeza con sal y extienden sus dedos frágiles acusadores: “¡intervención, intervención!”, jurando que todo el mundo olvidó cuando en elecciones anteriores sus candidatos no sólo coincidían en algún acto público, sino que se paseaban por territorios donde pudiera haber electores, colgados del brazo de la autoridad de turno.
Pero claro, no hay que ser tan críticos. Como en el cuento del escorpión que mató en medio del río al sapo que lo rescataba, son cosas que están en la naturaleza humana.
Y como la Biblia lo tiene que reconocer con desgano, fariseos habrá siempre. Después de todo, y también lo dicen las Escrituras, de todo hay en la viña del Señor.