
La natación es mucho más que un deporte. Podría resumirse casi como una obligación, pues entrega las herramientas necesarias para evitar accidentes en el agua. Pero una obligación que además de ser unas de las actividades más entretenidas y preferidas por los niños, es también la más completa para tonificar la figura.
Pedro Loayza Leiva, Docente de Natación de la carrera de Educación Física de la Universidad Andrés Bello, comenta que la natación como deporte y actividad física es muy buena. Nos da mayor movilidad al utilizar las articulaciones; aumenta el rango de movimiento; fortalece los músculos, ya que usamos casi todos en este ejercicio; trabajamos estiramiento y elongación, y subimos la capacidad cardiorespiratoria, al aumentar la capacidad pulmonar y al fortalecer el corazón con velocidades más altas. “A la larga, la natación es una gran actividad aeróbica, que logra el engrosamiento de las arterias y favorece la parte circulatoria con el tiempo y la práctica”, dijo.
En el aspecto sicológico, el docente explica que aprender a nadar implica que la persona se sienta mucho más segura en el agua, lo que mejora también su autoestima.
Venciendo los miedos
No existen límites para aprender, aunque coincide en que lo ideal es comenzar a partir de los seis años de edad, puesto que el menor tiene mayor control de sus movimientos y, en general, una mejor comprensión. Sin embargo, no tiene un tope. “Aprender, cuando sea, siempre es bueno y trae muchos beneficios”.
Para Pedro Loayza, el temor al agua se justifica, en gran medida, por experiencias traumáticas y/o el traspaso de los miedos de los padres a sus hijos, esto último es lo más común. Pero sólo se necesita tomar la determinación de querer aprender.
Por ello, lo ideal es tomar clases con gente experta en el tema y no hacerlo solos, para evitar accidentes y aumentar este muchas veces “terror” a no pisar el fondo. Tampoco con los padres o familiares, que debido a la ansiedad por ayudar pueden provocarles estrés.
El primer nivel de aprendizaje es la familiarización con el medio acuático o ambientación. En este proceso se enseña a tomar conciencia del agua, es decir, que el alumno se dé cuenta que es un elemento diferente, que el cuerpo se mueve de manera distinta en el agua y que, por supuesto, presenta riesgos; por lo que debe adoptar medidas de seguridad. También se enseña a flotar, las entradas al agua, abrir los ojos y comenzar con la vivencia natatoria, con los primeros desplazamientos.
En una segunda etapa, ya se practican estilos: croll frontal y dorsal, pecho y delfín (conocido además como mariposa); junto con aprender nociones de seguridad en el agua.
Lo normal es que una persona aprenda a flotar y desplazarse en 10 a 12 días. “Eso ya le permite un manejo del medio acuático. Los otros niveles pueden tardar cinco a seis años para lograr un estilo más técnico”. Lo importante, para el profesor Loayza, es tener ganas de aprender y divertirse.
Consejos para peder el miedo:
-Es fundamental que los padres asuman que los hijos deben saber nadar. No siempre estarán con ellos y cuando estos alcanzan la adolescencia y salen en grupo, puede ser un peligro latente.
-Quien enseña debe estimular y no presionar. Ello porque quienes hayan vivido una experiencia traumática demoran más en perder el miedo. En el caso de los niños, se les acerca al agua a través de juegos.
-Si se sienten más seguros, las alitas, tallarines, chalecos y todo medio de flotación sirve. No son peligrosos en la medida que alguien los supervise.