
“Buceando” en el Internet, me he encontrado con una interesante tesis de Manuel Vicent, escrita el 7/02, donde propone la probabilidad de que la violencia, como una demostración de cultura, comenzó en este planeta, cuando se acabaron todas las nueces de los árboles, donde nuestros padres vivieron encaramados durante millones de años y ese día echaron pie a tierra y tuvieron que buscar las proteínas en la carne; primero, la del pariente que tenían más a la mano y luego de otros animales que lograban cazar. Devorar o ser devorado era la consigna entonces, antes de que el pensamiento llegara al cerebro humano. Cuando este problema se resolvió en favor del primate, de manera que comenzó más a matar que a ser muerto, sólo entonces el hombre inició su reinado en la tierra y se autodefinió como ser racional, pese a la necesidad de seguir devorando otra carne para alimentarse. Pero no está claro que el hombre sea un animal inteligente. Los niños, antes del uso de la razón en sus juegos, salen de las conciencias y se convierten con naturalidad en caballos, lobos o pájaros, las ranas pueden ser princesas, corresponde a aquella de la evolución de la conciencia en la que los animales formaban parte de nuestros sueños. La danza primitiva y las primeras voces humanas imitaban movimientos y sonidos de las fieras, a la hora de aparearse. En el paraíso, las serpientes hablaban; una culebra enroscada en el tronco del Árbol de la ciencia, le dijo a Adán que podría ser Dios con sólo morder la manzana. De hecho, aquella serpiente pasó después a adornar las mitras de los faraones y de los papas. En la antigüedad, el porvenir se veía en las entrañas de los ánades, mientras que los ojos de los buhos vigilaban el silencio de los muertos. La mitología se produjo primero creando animales imaginarios, nacidos del subconciente: leones alados, dragones bicéfalos, mujeres con la mitad del cuerpo pez, los cuales, después de amasarlos en el olimpo con las pasiones de los dioses, esos detalles mentales pasaron a ser capiteles de las iglesias cristianas. En la cultura moderna, el mundo animal está recuperando el prestigio que tuvo en la antigüedad, cuando muchos de ellos fueron dioses. En ellos establece la última fase del amor, desde la veterana cuyo corazón está dividido entre el cuidado del gato o del canario; al teniente general retirado que debe sacar a orinar a su caniche de árbol en árbol y a ejercer sobre el animalito su capacidad de mando. Fíjense ustedes la tremenda vuelta cultural que nos hemos dado para terminar sacando a mear al perro.