Poder, cueste lo que cueste por Matías Carrozzi

General
06/05/2010 a las 17:10
Ante todo me gustaría declarar que no conozco personalmente a don Mirko Macari, sólo tengo la fortuna (y la desgracia la mayoría de la veces) de leerlo y escucharlo una vez por semana en su columna radial, por lo que las siguientes palabras sólo podrán ser malinterpretadas si es que usted es de aquellas personas que acostumbra tragar (sin masticar) las cuñas y comunicados que nuestra fecunda curia política suele regalar a los medios de comunicación. Dicho esto, les propongo por primera vez, solicitar a la UDI y especialmente al senador Jovino Novoa que pida disculpas públicas por el berrinche y daño que le ocasionaron, no sólo al periodista, sino también al Presidente de la República, una ministro y al Gobierno en general al inventar una historia repleta de conspiraciones y vericuetos políticos incompletos muy difícil de contrarrestar ante la opinión pública. Hasta aquí todo bien, pero... Leí asombrado que la UDI se había enterado de la decisión por la red social Twitter y que ni bien los mensajes llegaban a los celulares, de inmediato comenzó la operación “si te he visto no me acuerdo”. Tengo que confesar que no creí posible que el correo de las brujas electrónico fuera capaz de provocar semejantes reacciones ni que su propagación fuera tan veloz, eso hasta que, a modo de experimento lúdico, la mañana del jueves (29 de abril) creé una cuenta con el nombre de la ex Presidenta Michelle Bachelet (@m_bachelet). En sólo 30 minutos ya tenía 500 seguidores y la noticia de que por fin la ex Mandataria estaba en línea recorrió radios, canales de televisión, redes sociales y comentarios de connotados periodistas y analistas políticos. Al comprobar que, efectivamente, la red Twitter es capaz de generar tal repercusión en tan poco tiempo, cerré la cuenta y me quedé pensando (con temor) que el público cree cualquier cosa, más si se les presenta de manera fugaz y seductora. Los llamados telefónicos comenzaron y las pataletas de Jovino lograron que el Senador Coloma, presidente de la UDI, pidiera explicaciones, muy al estilo gremialista., es decir, con filtración a los medios de comunicación. La frase que escuché fue: ¿Quién manda? En fin, la UDI (Jovino) consiguió lo que quería y, por supuesto, nadie reparó en que lo dicho por el gremialismo para justificar el veto a Macari carecía de fundamento. No sólo, porque el periodista ni siquiera trabajaba en la Revista Plan B para cuando estalló el caso Spiniak, sino porque jamás fue un actor relevante mientras trabajó ahí, siendo las verdaderas cabezas de dicha publicación los periodistas Alejandra Matus y Julio César Rodríguez. Asimismo, mal podría achacársele a Macari más responsabilidad que a otros periodistas, por cuanto mientras estuvo en La Nación Domingo, cubrió la noticia al igual que los demás medios informativos. El nombre de Macari ya llevaba tiempo compitiendo con otros profesionales. Por lo que el error de la UDI fue indignarse, porque no se les consultó. Argumento que se cae de infantil al considerar que en el directorio del diario está el hijo del Senador Hernán Larraín y la ministra Magdalena Matte, además de Gonzalo Müller, todos de la UDI y Cristina Bitar, otrora jefa de campaña de Joaquín Lavín. ¿Realmente creen que alguien se puede tragar aquello de que no sabían? Si es así, por favor, llámenme a la brevedad para cotizarles una auditoría. Urgente. Insisto, no conozco e incluso hasta, desde el punto de vista político, me aburre el señor Macari, pero quise compartir esto con ustedes a propósito de lo peligroso (y tristemente efectivo) que resulta manipular las cosas sin tener el más mínimo respeto por los demás. Asusta la capacidad de algunos para destruir o glorificar a quien sea a fin de obtener, proteger o ampliar lo que se desea. Aún a precio de arruinar la reputación de un tercero.

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