
Las nuevas generaciones están viviendo más años que la media acostumbrada y los informes estadísticos de los servicios de salud así lo demuestran. La esperanza de vida en la actualidad está superando los 75 años promedio, por lo cual las autoridades gubernamentales deben poner énfasis en sus programas sociales y preocuparse de este segmento de la sociedad, otorgando mayor atención a las enfermedades propias de la edad, para tenerlos sanos, controlados médicamente y activos mediante la formación de asociaciones de adultos mayores donde hombres y mujeres puedan desarrollar actividades físicas, artísticas y manuales programadas que permitan dar alegría a estos años dorados y que puedan convivir en comunidad con sus iguales. Los medios de comunicación y en especial la televisión, han dado a conocer la situación en que se encuentran muchos ancianos quienes por causas desconocidas, han sido abandonados, y salvados gracias a la intervención de vecinos que han informado a los organismos del estado u organizaciones privadas lo que ha permitido rescatarlos del abandono en que estaban sumidos. Parece que cuando más avanzamos en el desarrollo del país, más indolentes nos ponemos ante la desgracia ajena. Las vidas de nuestros ancianos merecen visualizar una luz de esperanza que los haga renacer de las tinieblas en que se encuentran y les alumbre el corto camino que les queda para morir en paz espiritual. No todo puede ser negativo, ni quejumbroso y merecen un acápite especial la labor que están desarrollando algunas municipalidades que atienden y programan actividades recreativas a las personas mayores, las cajas de compensación organizan encuentros especiales y apoyan la actividad social y el Estado a través de Sernatur les subvenciona excursiones a diversos lugares del país. Los adultos mayores son esforzados y con alto espíritu de superación ejemplos para muchos jóvenes que desertan de sus colegios sin causa justificada. Muchos van al colegio a aprender las primeras letras que no pudieron hacer cuando niños, y así han salido del analfabetismo que los ha agobiado por muchos años; otros van al liceo a completar sus estudios que no pudieron terminar, pensando en llegar algún día a la universidad y los más esforzados han obtenido sus títulos profesionales que los ha llenado de orgullo y que alguna vez dejaron de lado por atender a sus hijos. Son los menos a lo mejor y siguen siendo fieles representantes de esta tercera edad que sigue luchando y sonriéndoles a la vida. Este silencioso fenómeno social debe hacer recapacitar a los encargados de los organismos del Estado y dar acceso a las demandas que el nuevo orden demográfico requiere y atender su bienestar social, físico y mental, reajustar adecuadamente sus jubilaciones que en muchos casos son miserables y permitirles la tranquilidad que necesitan y así puedan usufructuar a su manera, los últimos años de sus vidas y puedan convertirlos en un merecido descanso y en un remanso de paz espiritual.