
Recientes estudios de la vida marina, han presentado la semejanza que tienen los cetáceos con características que hasta el momento se creían inherente y exclusivamente humanas. Estas funciones cognitivas incluyen la capacidad de sufrimiento, de conciencia y de cultura social y en el caso específico de los delfines, conciencia de su propia identidad. Esto no es, por lo tanto, extraño, sabiendo que en la opinión popular y científica siempre se ha considerado a los delfines como una de las especies más inteligentes y sobresalientes del reino animal. Ahora, hay aún más sustento para afirmarlo. Sin embargo, estos terrenos desconocidos parecen pasar desapercibidos para la mayoría de los seres humanos no dedicados a esta área científica ni al activismo o la conciencia medio ambiental (que no sólo consiste en el reciclaje o en la consideración de medios sustentables de intervención) que a la primera acompañan. Es por eso que la reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que se está llevando a cabo en estos momentos (hasta el viernes) y que tiene como fin regular, legislar y negociar la actual moratoria (1986) de caza de cetáceos en el marco del eterno conflicto entre partidarios y detractores (88 miembros), no ha tenido una tribuna significativa en los medios de comunicación. ¿El motivo? No es un tema contingente. Y es evidente, al tomar en cuenta que para algunos (hay excepciones significativas y dignas de reconocimiento) los derechos animales no son motivo de discusión o de inquietud. Si no lo son, con la intensidad que debieran merecer, los derechos civiles (abusos intrafamiliares, sexuales, de autoridad, al consumidor, al trabajador, al universitario sin financiamiento, entre otros) menos se puede pretender una significancia para temas “no humanos” o considerados sencillamente en relación a la cohabitación social en el núcleo urbano, o donde haya presencia humana estable. Estos temas, de vida, tienen que salir del límite que establece la acción y pertenencia política, como lo acaba de comunicar la Cancillería de nuestro país, al aclarar las ambivalencias nacidas días atrás y que han confirmado su rechazo a la cacería comercial (no étnicas) de ballenas en Santuarios protegidos. En las esferas donde el poder fluye, sin duda, es complicado, pero en la población común y corriente no debiera serlo. Esperemos que la CBI decida sabiamente, exenta de fines políticos (al menos en algún grado) y que se entienda progresivamente y sin pretensiones sobredimensionadas que el fundamento cultural de una acción en contra de un ser vivo no humano (rodeo, corridas de toros etc.), por mucho relativismo cultural que se deba tener en la esfera social, no se justifica ni se entiende moralmente de ningún modo.