
Fue el que tuvo que guiar lo destinos del Partido Comunista en la década comprendida entre 1964 y 1973, marcada por la violencia verbal y física. Fue el que defendió la invasión de Checoslovaquia por parte de los soviéticos, para poner fin a la “primavera de Praga” (1968). Fue el que dijo: “Con Tomic,… ¡ni a Misa!”, en repuesta a las pretensiones del candidato DC, de llevar un candidato conjunto en las elecciones de 1970. Fue el que articuló el apoyo de la izquierda a la candidatura de Salvador Allende en 1970, a pesar de la resistencia que provocaba el “Chicho” al interior de la tienda socialista, mayoritariamente “cheguevarista”. Fue el que defendió el “Estatuto de Garantías” en el Senado frente a la Derecha (Partido Nacional), cuya aprobación exigía el PDC para ratificar como Presidente a Salvador Allende. Fue también el elemento moderador dentro del gobierno “unipopulista”, oponiendo a la tesis del “avanzar sin transar” (Carlos Altamirano, PS; Oscar Guillermo Garretón, MAPU; Miguel Enríquez y Andrés Pascal, MIR), la tesis del “avanzar consolidando”, llegando, incluso a proponerle al Presidente Allende -junto a los líderes de la Izquierda Cristiana y el MAPU Obrero Campesino-, el quebrar a la Unidad Popular, con tal de que salvar al gobierno (Sept. 9, 1973).
Fue el que conoció los rigores de Isla Dawson mientras estuvo detenido; el que perdió un hijo (Luis Alberto), bajo el Régimen Militar, a consecuencia de las torturas a las que fue sometido en el Estadio Nacional; el que sufrió por las torturas aplicadas a su hija por agentes del Estado. Fue el que una vez liberado, fruto de un intercambio de “prisioneros”, organizó la resistencia armada a Pinochet, vistiendo de “verde oliva” al PC chileno en el exilio (varios se entrenaron en Cuba; combatieron -y algunos murieron-, en Nicaragua junto a los “sandinistas”, antes de regresar clandestinamente a Chile). Fue unos de los responsables (junto a Volodia Teitelboim) de las “memorias” del general Carlos Prats, falsificadas por el escritor (y Premio Nacional) Eduardo Labarca (“Una vida por la legalidad”, FCE, 1976).
Fue el que saludó la invasión de Afganistán por parte de los soviéticos en 1979. Fue el que quiso cambiarse de departamento en Moscú, y que por ello fue visitado por la K.G.B. que le prohibió la mudanza, ya que era demasiado caro mover los micrófonos ocultos. Fue el que proclamó, también en Moscú, la “Rebelión Popular de Masas” o “Violencia Aguda” (1980), punto de partida de una serie de actos violentos cuyo punto cúlmine sería el atentado contra Pinochet en 1986. Fue, finalmente, el que dijo en 1990 retornada la democracia: “Yo les recomendaría… (a los del FPMR) …que guardaran las armas… por si las moscas”. Por lo mencionado, y por otras cosas; equivocado o no, Luis Corvalán se ganó un lugar en nuestra historia.