
Sin agua, ni gas y sin luz viven un padre y su hijo de 14 años en una vivienda de calle Mariano Egaña
Nº 0160, Barrio 18 de Septiembre. El abandono es total y la condición de extrema pobreza.
La construcción, de material sólido, en su época seguramente se impuso sobre las restantes de la cuadra. Hoy no es más que una casona abandonada, refugio de mucha gente que llega a beber. Por eso Carabineros registra llamados de muchos vecinos que están cansados de tantas noches regadas por el alcohol y el consumo de solventes.
“En las noches cantan y gritan”, dice un vecino que nos ve llegar. Hechas las presentaciones se sincera un poco más: “acá llega todo tipo de gente”, añade, y como adelantándose a cualquier ayuda para este padre e hijo, la sentencia es drástica: “Lo que les den se lo van a tomar”.
Nos llamaron a Diario El Pingüino para ponernos al tanto de esta situación marginal. Hay profesionales de algunos programas que conocen la realidad de Iván Sepúlveda, “Tablita”, como lo conocen todos, y de su hijo “Rei”.
Este último ha pasado por varios especialistas, pero como Punta Arenas no tiene un centro de internación que atienda el consumo problemático de solventes, todo sigue igual. Quienes conocen su caso de cerca nos manifestaron que temen un desenlace fatal. “Después van a salir todas las autoridades hablando de este joven, pero cuando ya no haya nada que hacer”, señaló la fuente que nos contactó.
De ahí la importancia de dar a conocer este caso públicamente. “Esperamos que el apoyo de ustedes, difundiendo la condición de este padre e hijo, ayude a una intervención de fondo”, indicaron.
Sin suministros
Los suministros básicos de la casa están todos cortados. El espacio que dejó el retiro del medidor de gas es lo primero que llama la atención. Luego, subiendo una pequeña escala de cemento para llegar a la puerta de acceso, sobre la cabeza cuelgan los cables que alguna vez dieron luz a la casa. Un solo golpe y la puerta de calle se abre sola porque no tiene chapa.
“¿Usted es Tablita?”, le consultamos a la persona que sale a mirar (es el apodo que nos dieron los vecinos). La respuesta es afirmativa y afectuosa.
En pocos minutos nos pone al día sobre las condiciones en que vive con su hijo. “La tuición me la dieron a mí porque no se lleva con su madre”, cuenta.
La primera pregunta es saber de qué viven. Él realiza trabajos esporádicos en el puerto y a veces pasa a comer al Hogar de Cristo. Mucho no puede hacer porque está limitado (nos muestra su mano). La segunda vez que lo asaltaron en Balmaceda y Chiloé le cortaron la mano derecha con un cuchillo y esto le perjudicó la movilidad de los dedos. El hijo asiste a un programa escolar especial, donde a veces les colaboran con alimentos o alguna otra ayuda.
“Hace más de dos meses fui al Programa Puente, quedaron de venir, pero aún estoy esperando”, dijo Iván Sepúlveda.
Respecto de su hijo, que en octubre cumple 15 años, admitió que tiene problemas con los solventes, es adicto, y que cuando está sin remedios su comportamiento es muy malo. “Se pone agresivo y hace puras leseras”. Recuerda que en una ocasión pensaron en llevarlo a otro lado, “pero me amenazó que se iba a escapar o si no a matar”.
Esta es la realidad que “Tablita” vive con su hijo, con quien comparte lo poco y nada que está quedando de casa. Una vivienda que tiene casi todos los vidrios rotos y que la poca madera que consiguen les sirve para calefaccionarse, en un viejo tambor que las oficia de “calentador”.