
Estos cambios de horario, uno de verano y otro de invierno, se realizan para mejorar el aprovechamiento de la luz solar, y el consiguiente ahorro de energía. Es así como el cambio permite adaptar las actividades humanas al ciclo de luz solar, de forma que se dependa en menor medida de la electricidad.
El horario de verano moderno fue propuesto por primera vez por Benjamin Franklin y posteriormente, en 1907, por William Willett. Sin embargo, se empleó ampliamente a partir de 1916, durante la Primera Guerra Mundial, para ahorrar carbón. A pesar de las controversias, muchos países lo vienen empleando desde entonces.
En Chile, la realización de este cambio de horario se rige según el Decreto Supremo Nº 1.489, del 6 de octubre de 1970, el cual dispone que cada año la hora oficial se adelante 60 minutos, a contar de las 24 horas del segundo sábado del mes de octubre. Mientras que, el Decreto Supremo Nº 25 de 1966 designó al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), como la única autoridad oficial del Estado para ejercer el control y difusión de la hora oficial.
Ventajas y desventajas
El añadir tiempo de luz diurna en las tardes puede beneficiar al comercio, a la práctica deportiva y otras actividades a las que favorece la presencia de luz tras la jornada laboral. Sin embargo, los cambios de horario dificultan la percepción del tiempo y pueden causar problemas de sueño a las personas, así como trastocar reuniones y viajes.
Por otra parte, muchos sistemas dirigidos por computadoras son capaces de ajustar sus relojes automáticamente, pero se pueden producir errores, especialmente cuando las reglas del horario de verano cambian.
Es por esta razón, que durante los últimos años, varios sectores de la prensa en Chile (como el diario El Mercurio) han publicado editoriales en contra del cambio de hora. No obstante, y a pesar de que no todos están a favor de esta medida, la ley es clara, por lo que no se debe olvidar adelantar los relojes el próximo sábado.