La última entrevista de Marcos Harambour

General
17/04/2011 a las 21:41
El destacado ciudadano falleció este domingo a las 19.30 horas, producto de un infarto cardiaco. A continuación entregamos la entrevista que dio a suplemento Finde de Diario El Pingüino, la última que dió a un medio de comunicación. Después de vivir 30 años tiene mucho que contar, con 50 años son cientos las historias, con 80 años la experiencia vivida es invaluable, más con 103 años ya es parte de la historia: Marcos Harambour Davet es un capitulo viviente de los anales magallánicos.
Nunca esquivó las labores que se le encomendaban creando una larga lista de insospechadas funciones, desde mensajero, repartidor, camionero, colectivero y empresario. Hoy es una de las personas más queridas y respetadas por la sociedad criolla, y es él mismo el que relata parte de su historia.
“Tengo 102 años, si Dios quiere el 25 de abril cumplo los 103”, así comienza su relato Harambour, dejando en claro que sus años son el mejor argumento para guardar silencio y escucharlo atentamente.
A temprana edad
Comenzó a trabajar desde muy joven, a los 13 años se inició como repartidor de leche en el centro de la entonces pujante Punta Arenas. Posteriormente, comenzó a repartir carne a caballo, con una montura con un artilugio adaptado para transportar hasta cuatro pedidos de clientes. En el mismo rubro de las carnes, tomó las riendas del carro de la carnicería para transportar los productos desde el matadero hasta el local, y además entregaba a otras carnicerías más pequeñas.
A los 18 años ingresó a realizar el servicio militar y al finalizar 1928 comenzó a transportar leña en un camión. Al pasar cinco años decidió emigrar a Argentina a buscar nuevos rumbos, aprovechando que una hermana residía allí. En ese país consiguió trabajo en una empresa de transportes donde se desempeñaba como chofer de camión, repartiendo lana.
Con el paso del tiempo el terruño hacía más fuerte su llamado de regreso, por lo que pidió sus días de feriado a la empresa donde trabajaba y emprendió rumbo a Punta Arenas.
Una vez en la capital regional, Harambour tomó una de las decisiones que lo marcarían por el resto de su vida, adquiriendo un camión de una tonelada y media con el cual inició una empresa que con los años se transformaría en una importante firma de transporte de carga.
Con emoción recordó el gesto de su antiguo empleador en Argentina: “Llamé al que era mi jefe para avisarle que me había comprado un camión y que ya no volvería a trabajar, y me felicitó a través de una carta que me envió, además de 200 pesos argentinos, que eran un sueldo completo de regalo. Según lo que decía la misiva era porque yo había sido un muy buen trabajador, el mejor que él había tenido”, dijo.
Transportista
“Fui a hablar con el alcalde Ernesto Pizzano, aprovechando que se estaba arreglando la calle Roca, para transportar material con mi camioncito, y él me aceptó. Comencé a traer todos los días más de siete toneladas de arena diariamente desde el kilómetro 5 Sur. En eso trabajé por cinco años, hasta que se terminó la obra”, relató Harambour.
“Después de eso, mi hermano me sugirió que nos compráramos un camión más grande y empezamos a trabajar para la estancia Fenton, llevando desde el muelle todo el material que traían de Europa”, señaló. Con el paso del tiempo se adquirió otro camión para realizar iguales faenas en la estancia María y Penitente llegando a tener seis en sociedad con su hermano lo que se conoció como Transportes Harambour y Cía.
Pero el paso de los años y las franquicias automotoras le deparaban un destino alejado de la opulencia y la tranquilidad, ya que el bajo costo que llegaron a tener los vehículos de carga hizo que la competencia fuera mas férrea y los precios de los transportes fueran cada vez más bajos, por lo que ya dejó de ser conveniente continuar en ese rubro.
El “colectivo”
Lentamente comenzaron a venderse cada una de las maquinas, y con el dinero del último camión Harambour se compró un colectivo, pero no uno como los que conocemos ahora, sino un minibús de la línea 11, uno de los tres recorridos que en ese entonces existían. “Recuerdo que era un Volvo para 11 pasajeros, pero hasta 20 personas metíamos adentro, llegábamos a una subida y me acuerdo que teníamos que bajar a la gente del colectivo para poder subir la cuesta” riendo continua su relato, “la primera no me daba para subir, y la gente me decía que por favor las llevara, y yo les decía –ya súbanse, pero llegando a la subida se tienen que bajar a empujar- y subíamos gente no más”.
El Kiosco Roca
Junto a su hija Silvia, Harambour comenzó el año 1967 uno de los negocios más emblemáticos de Punta Arenas, Comenzó con cervezas importadas y “Hot-Dogs”, además de los tradicionales choripanes, los que finalmente se ganaron el lugar privilegiado del restaurante. En sus inicios ubicado a un costado de la Catedral de Punta Arenas, fue trasladado con los años a la Calle Roca donde se ubica hasta hoy.
Respecto de los tradicionales bocadillos que se ofrecen, Harambour confidenció: “Nosotros no inventamos los choripanes, fueron los italianos que eran dueños anteriores, pero con mi hija fuimos quienes los hicimos tan conocidos como lo son ahora”.
“La eterna licencia”
Orgulloso de toda su vida ser un conductor de diferentes medios de transporte, incluso reconoce haber sacado el vehículo de sus patrones a escondidas, un Ford T, fue uno de los primeros automóviles que pudo conducir este hombre que ha visto como la evolución automotriz ha pasado frente a sus ojos.
Harambour ha recorrido tras el volante de cuanto auto ha pasado por su familia; Chile de un extremo a otro y gran parte de Argentina. Manejó hasta muy avanzada edad. Gustaba de salir a recorrer las calles de lo que el reconoce es “un muy distinto Punta Arenas”, sin embargo este panorama cambió hace algún tiempo cuando quiso renovar, una vez más su licencia de conducir, Tras todos los exámenes prácticos y teóricos se presentó a la revisión médica. En ese instante se le revocó la licencia, por su avanzada edad, de acuerdo con lo que le informó el médico. Esto lo afectó mucho, sin embargo gracias al apoyo de su familia logró sobreponerse a ese “duro traspié”.
El hombre
- Si tuviera que elegir el momento más feliz de su larga vida, ¿cuál sería?
“Hay muchos momentos muy gratos, muchas cosas lindas he vivido. Pero ahora es un momento muy pleno. Nuestras hijas nos tratan muy bien, nos cuidan y nos tratan como reyes”.
- ¿Y el más triste?
“La partida de mi hijo fue muy duro. Ese ha sido lo más triste que me ha tocado vivir”.
Ha sido reconocido por sus pares en numerosas ocasiones, la última vez recibió el reconocimiento como el adulto mayor del Bicentenario.
En la ocasión le fue inferida una medalla otorgada por el Servicio Nacional del Adulto Mayor

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