Perro ovejero, trabajador incansable en la estepa patagónica

General
17/08/2013 a las 12:17
Whisky, Chubasco, Corbata, Criollo, Tobi, Listo, Cadillo son algunos de los nombres que se repiten entre los perros ovejeros que habitan en la comuna de Río Verde. Varios tienen aspecto fiero, pero todos son dóciles, obedientes e imprescindibles en las tareas ganaderas. Tobi (ver foto portada) está fuera de las pistas, ya casi no escucha y ve poco, pero sus movimientos brotan de la memoria del instinto, cuando ve los piños de ovejas. Entonces, avanza, retrocede y corre como cachorro. Después de haber enseñado a varias generaciones de perros la tarea del campo patagónico y trasladado miles de ovejas, se ganó el derecho a tenderse en los pastos y a desafiar los horarios.
“En verano recorría hasta 70 kilómetros, llevando los piños a los pastos altos. Hoy tiene más de doce años, mucho más, y aunque no escucha y está medio ciego, va a buscar a las ovejas para el consumo, él ahora las trae por instinto… En toda su vida, ésta es la primera vez que el Tobi se vacuna… estoy contento y agradecido”, dice Ramón Barría, puestero de la estancia Los Coigües, quien posee otros nueve perros que le ayudan en el campo.
La iniciativa nace en la Municipalidad de Río Verde y busca vacunar a todos los perros de la comuna, de manera gratuita. “Queremos prevenir y apoyar en el cuidado de los animales que le dan el sustento a los trabajadores de las estancias. Es un sostén que damos al puestero, ellos son los dueños de los perros. Desde los orígenes de la ganadería el animal ha sido un apoyo fundamental para las tareas ganaderas”, explica la alcaldesa de Río Verde, Tatiana Vásquez.
Cumplir la misión no es tarea fácil. Hay que adentrarse por rutas principales, retomar senderos con huellas que se pierden al final de los caminos, atravesar ríos… de norte a sur, de este a oeste hasta alcanzar el paso del arriero y su piño.
En seis días una sola camioneta recorrió cerca de mil kilómetros. Eran dos, en cada una iba un veterinario y personal encargado de realizar el censo canino.
“Llevo veinticinco años trabajando de veterinario en la región y no hay iniciativas como ésta, en ningún otro municipio rural. Los vacunamos contra la rabia, distemper y otras enfermedades, además les damos las pastillas desparasitarias. Es muy importante lo que se hace acá, hay un compromiso social con el trabajador y su perro”, destaca José Almonacid.
En general, un puestero puede tener de cuatro a doce perros. Los saca a trabajar en sistema de turnos, mientras unos acarrean piños, otros descansan.
Una de las debilidades detectadas por la alcaldesa de Río Verde y su equipo fue el deficiente estado de muchos caniles. “No todos están en buenas condiciones. Algunos dejan mucho que desear, ahí hay una tarea pendiente de los dueños de las estancias, ellos deben proporcionar las condiciones para que el perro pueda ocupar un espacio limpio y cómodo”, dice Vásquez.
Las estancias que destacaron por el buen nivel de las construcciones de los caniles fueron Florita y María Olvido, ambas se ubican en Isla Riesco.
Para Marcela Almonacid, veterinaria, es muy importante el lugar donde los animales descansan: “Lo ideal es que tengan un piso de radiel, que pueda limpiarse con facilidad. Ellos pasan por turba, barro y necesitan contar con un lugar seco después de su trabajo”.
Basta un silbido corto y agudo para mandar a los perros ovejeros; otro largo para que se devuelvan; y dos o tres pitidos breves y rápidos para que atropellen a los animales.
El perro ovejero magallánico ha sido en los últimos cien años la principal herramienta de trabajo para los ganaderos de la Patagonia, inmortalizado en poemas de José Grimaldi y el Monumento al Ovejero de Punta Arenas que asoma orgulloso en Avenida Bulnes.
Generalmente los ovejeros magallánicos son de estatura mediana, pelo largo, hocico cuadrado, y orejas en punta, con un grueso pelaje capaz de repeler la nieve. Aunque sus orígenes se remontan a perros de pastoreo europeos que llegaron con los primeros rebaños a la zona, fue su poder de adaptación a un entorno extremo lo que generó un fenotipo, producto de cruzas de selección, explica el médico veterinario José Almonacid, uno de los encargados de realizar la vacunación masiva a los perros de la comuna de Río Verde.
“Nuestro perro ovejero de Magallanes tiene lo mejor del Border Collie escocés, o los Kelpie australianos. Durante años los puesteros han ido eligiendo los mejores y realizando cruzas. Es tan potente y ha dado tan buenos resultados el perro ovejero magallánico que tiene todas las condiciones para ser inscrito como raza”, explica el médico.
La perrita Laika tiene cerca de 15 años. También está jubilada. Hoy descansa en los pastos de la estancia Palomares. Una vez vacunada saltó y corrió, recordando su pasado, cuando su resistencia a toda prueba le ganaba al frío extremo, la nieve y las grandes distancias. La sangre de pastor ovejero magallánico le brota en su inteligencia, de carácter sumiso y fiel.
Al momento que los médicos vacunan, otros indagan sobre la historia de los perros. El censo se lleva a cabo y posiblemente llegue a los 500 animales.
En la Estancia Río Verde, Denis Salazar está en plena faena. Baja del caballo, hace una pausa y espera a que el veterinario Almonacid vacune a todos los perros. Prepara doce dosis, seis con antirrábica y las otras con la famosa séxtuple.
La primera es la perrita Cuca, tiene 17 años, y está preñada. Pantera tiene 8 años… Uno a uno los perros van inclinando el hocico, recibiendo el cariño duro de su amo. en la Patagonia no hay tiempo para los mimos excesivos.
Denis Salazar Cabezas todavía recuerda a su perro Tobiano: “Era un Border Collie… fiel, buen compañero, trabajador incansable… Me cuidaba… Murió hace dos años, siempre hay uno que se recuerda”.
Es la primera vez que los perros de Denis se vacunan y el hombre lo agradece, pero también se da tiempo para bromear: “Muchas gracias, estoy muy contento, yo no hubiera podido pagar las vacunas, menos llevarlos a Punta Arenas… pero creo que por acá a varios les haría falta la vacuna pa’ la rabia”. Y se echa a reír.
Sus perros cuidan a más de cinco mil animales.
La travesía continúa por un apretado camino de ripio hasta la Estancia Skyring. La belleza del paisaje encandila.
Ahí está Santiago Velásquez. Trabaja desde 1968 en la estancia. Tiene diez perros, algunos para ovejas, otros para vacunos. Los últimos son más grandes, fieros, resistentes: “No le tienen miedo al vacuno… Sin los perros nosotros somos cero. Nunca se enferman”, explica.
También está Juan Muñoz. Lleva 19 años trabajando en la Estancia Skyring, está orgulloso, asegura que es una de las “mejores”. Antes estuvo en San Gregorio: “Ahí trabajé con Alfonso Campos Menéndez, él me envió a hacer un curso de ganadería”, recuerda.
-Toro, Corbata, Cadillo, Listo… -Dice Juan Muñoz.
-Ah… estamos listos entonces, gracias –dice Amada Catrilef, quien apoya la tarea censal.
Todos los presentes estallan en risas: “No, si el perro se llama Listo”, explica Juan Muñoz.
El recorrido continúa hasta Estancia Río Pérez. En la ruta un puente roto hace unos días, nos obliga a cruzar por un río. Después de varios kilómetros aparecen José Pacheco y su hijo Mario. Una decena de perros son vacunados.
Hay un silencio en el paisaje. El sol abrió un luminoso camino entre los nubarrones con el ánimo de ajustar cuentas; punzante, anuncia el linde de una nueva estación, y en agosto el azul calmo del mar de Skyring reverbera sobre las rocas quietas que asoman pegadas a la ruta costera.
“Al final el sueldo a uno se lo hace el perro, ellos llevan la carga dura… Por los recursos no los podemos vacunar y llevarlos a Punta Arenas, así que no sé cómo agradecer esto que hacen”, dice Mario.
En la Estancia Los Coigües 30 perros fueron vacunados. Es uno de los recintos ganaderos que hoy construye caniles que buscan mejorar las condiciones de vida e higiene de los animales.
Milan Martinic, dueño de la Estancia Los Coigües valora la iniciativa: “Es muy importante lo que se hace, todos los animales de la comuna quedan en un mismo nivel, evitando así enfermedades y cuidando al animal que es fundamental en el trabajo ganadero”.
Whisky, Chubasco, Corbata, Criollo, Tobi, Listo, Cadillo son algunos de los nombres que se repiten entre los perros ovejeros que habitan en la comuna de Río Verde. El entrenamiento comienza, en algunos casos, entre los 6 y 8 meses. Los pequeños salen a trabajar con los más avezados. La historia registra intentos recientes por inscribir al ovejero magallánico en un perro de raza, como en su momento lo fue el Fox Terrier, el can de Condorito.
Al final como dice la alcaldesa: “Lo humano es preocuparse de nuestra gente y también de los animales, que en este caso dan el sustento a la vida productiva de nuestra región”.

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