Hasta hace unos treinta años, el lugar era como lo es todo el sector del noroeste del Loteo Varillas, a una decena de kilómetros al norte de Punta Arenas.
En medio de lomajes suaves, que alguna vez fueron boscosos y que hoy están divididos en parcelas, en su mayoría de agrado, discurre un chorrillo de aguas claras, que parece surgir de la nada y que aporta la suave melodía de su corriente al entorno.
Es en ese lugar, casi idílico, en el que la familia Gutiérrez – Muñoz decidió levantar el santuario con la imagen de Nuestra Señora de la Covadonga, vestirlo de blanco, dotarlo de candelabros y un oratorio para aquellas personas que quisieran hincar sus rodillas, inclinar sus cabezas, orar y pedir o agradecer la divina intercesión en alguna petición personal o familiar.
A lo largo de los años, a partir de octubre de 1988, el santuario se transformó en un lugar muy especial, en el cual se ha fundido la religiosidad de miles de magallánicos con la historia de Asturias y de España y la de la cristiandad.
Cierto, porque la imagen vino del norte de la Península Ibérica y con ella la historia de la gesta del Rey Don Pelayo que, al frente de sus mesnadas de valientes caballeros, bajó de los montes asturianos; plantó batallas a las huestes moriscas; las vencieron, “con la ayuda de Dios y de la Virgen”, y frenaron el avance musulmán que lideraba Tarik, un sultán árabe, allá por el año 720 de nuestra era.
Hasta allí la historia llegada de Asturias, porque, andando el tiempo, la Familia Gutiérrez – Muñoz, colocó en las inmediaciones del Santuario, parte de la historia ganadera y agrícola regionales.
Junto a los árboles, sobre un terreno cubierto de pasto bien cuidado y a orillas del estero que canta con sus aguas, puede apreciarse arados, rieles de guías de máquinas de esquilar, lecheros, de diversas capacidades, y lo que fueran cocinas magallánicas, de aquellas que dieron el calor arrancado a la leña o al carbón.
Y en ese cuadro hermoso, se aprecia la sencilla majestuosidad del Santuario de Nuestra Señora de la Covadonga, pintado de blanco, con velas encendidas, las placas grabadas con los agradecimientos e iniciales de quienes aseguran haber sido escuchados en sus súplicas de mejor salud para ellos o para un ser querido; para superar situaciones dolorosas; por haber encomendado a alguien muy querido que parte por un tiempo, corto o largo lejos de la región, (como los y las estudiantes), a la protección divina a través de la intercesión de una de las representaciones más conocidas en el mundo de la Madre de Jesús.
El Santuario no está lejos; la ruta no está en tan mal estado; no siempre las bateas municipales repletas de basura son olvidadas a un costado del camino y siempre habrá una sonrisa y un gesto amable entre los parceleros del Loteo Varillas, siempre orgullosos y tranquilos, porque tienen cerca la imagen de la Virgen de la Covadonga, uno de los muchos regalos que la Familia Gutiérrez Muñoz, con Jaime, el conocido y apreciado filántropo a la cabeza.