Es una de las primeras postales que muchos turistas que desembarcaron en el muelle Mardones desde un crucero lujoso.
Y es, verdaderamente, la peor postal que una ciudad turística como lo es Punta Arenas puede mostrarles a visitantes que son exigentes con el cuidado del medio ambiente.
Es que, más allá de un par de portones derribado, nadie sabe quién lo hizo; oxidados y con sus cadenas y alambres rotos no alcanzan a ocultar o tapar en parte el enorme basural que se extiende por centenares de metros a poca distancia del ingreso al Muelle Mardones, casi al llegar a Tres Puentes, frente a la Villa Bahía Catalina.Neumáticos.Colchones rotos y, obviamente, en desuso.
Refrigeradores abandonados, rotos , con piezas faltantes y hasta con notas irónicas de quienes los dejaron allí.
Más allá, lo que podría denominarse “basuras y desperdicios surtidos”, en medio de montones de tierra y restos de troncos que pudieron haber sido parte de los “chips” que la tristemente célebre Magallánica de Bosques enviara a Japón a comienzos de la década de 1990.
Claro. Esa aventura comercial le hizo daño a la región, pero dejó cuantiosas ganancias a los empresarios, diplomáticos, ejecutivos que participaron de ella, no así ni a muchos contratistas ni menos a los bosques que se apreciaban en el sector comprendido entre los ríos Penitente y Rubens.
La naturaleza hizo justicia cuando, a mediados de agosto del año 1995, “el terremoto blanco” lanzó vientos casi huracanados contra el muelle de Bahía Catalina, incrustó al mercante “Nayadic” en esa estructura mediante la cual se embarcaban los chips, viruta de los troncos que por siglos estuvieron en nuestros bosques y que con la excusa del “raleo” y la complicidad de ingenieros forestales que aún tienen cargos en la administración pública de los recursos agro-forestales, terminaron arrumbados, destrozados terminaron en la planta de la chipera.
Si alguna vez hubo guardias allí, las casetas de vigilancia están destruidas: sin techos, sin ventanas, sin puertas y, naturalmente, sin luz, sin gas y sin agua.
Es tal el abandono, que se puede afirmar que ni la última persona en situación de calle, como se llama ahora a los mendigos de antes, se atrevería a pernoctar en el lugar aunque tenga abundante madera para hacer una fogata.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
¿Los propietarios lejanos y ausentes?
¿Los organismos municipales y públicos que dicen tener responsabilidades en la defensa del medio ambiente?
¿Las entidades públicas que tienen atingencia sobre el turismo y su desarrollo sostenible?
¿Carabineros?
Alguien debe tener, ya no la valentía, sino el coraje de eliminar ese basural, ese foco de basura y desperdicios y que, con su fealdad, ensucia la imagen de la “Perla del Estrecho”, “La Capital de la Patagonia”, “La Puerta de Entrada al Continente Antártico”.
¿O es que ya no quedan valientes para defender a Punta Arenas y mantenerla hermosa, limpia y acogedora?