Alguien afirmó, no sin razón, que Magallanes es una tierra que está al sur del sur y que, en ella, “mueren las distancias”.
Y tenía razón, aunque ahora la modernidad ha hecho que esas distancias, especialmente las que son vencidas por el vuelo de un avión, no fallezca, sino se hayan acortado.
Es el caso del continente antártico.
Con sólo dos horas y media de vuelo, los miles de turistas que van a conocerla y a disfrutarla, pueden acceder a las nevadas pistas del aeródromo Teniente Marsh, en la base antártica chilena “Presidente Frei Montalva” de la Fuerza Aérea de Chile.
Y el moderno – y por sobre todo, seguro – avión BAE de la línea aérea regional DAP permite que sus pilotos demuestran su pericia y la máquina sus virtudes y su comodidad.
Y apenas 150 minutos después, los turistas que se embarcaron en Punta Arenas, bien llamada “puerta del continente antártico”, ya pueden admirar el prístino paisaje nevado, combatir el viento frío y tomar en sus manos la nívea alfombra de la pista.
En ese momento, la aventura se acerca casi al paroxismo porque falta avistar la avifauna de la zona.
Por ejemplo, llegar hasta la caleta Ardley, previa coordinación con el Instituto Antártico Chileno, ya es un desafío de marca mayor por la cantidad de pingüinos que pueden apreciarse en el lugar, donde los turistas deben abstenerse de usar flashes fotográficos y de ejecutar movimientos que pudieran separar a los polluelos de sus padres y de su protección: si así llegara a ser, esos débiles polluelos serían un manjar para aves mayores, como las peligrosas y voraces skúas.
Los turistas también podrán ver elefantes marinos, lobos marinos y otras numerosas especies de aves que, durante el verano, llegan también al continente blanco, al cabo de miles de kilómetros de vuelo, cuyo itinerario está grabado en sus cerebros, en su ADN y en sus alas.
Hay una variante turística que depende de los medios económicos de cada visitante: se embarcan en alguno de las decenas de cruceros que navegan las aguas antárticas, desafiantes, bien equipados, pero siempre con la posibilidad de que pudiera haber una colisión con los hielos que flotan, aunque la autoridad marítima chilena siempre tiene clara la situación y se ocupa de la seguridad de la vida humana en el mar y, tan importante como eso, que los visitantes, unos 36 mil en promedio cada temporada, no contaminen un territorio que, al parecer, aún está libre de ese flagelo de origen humano.
Y no es una preocupación menor, porque si uno de esos cruceros turísticos llegara a sufrir un siniestro (y ya ha ocurrido más de una vez), su combustible, sus lubricantes y otros productos de origen industrial y humano, causarían un daño inconmensurable al medio ambiente antártico.
Si quiere viajar hacia esas hermosas latitudes, casi virginales, disponga de 2 mil 500 dólares por un “full antartic day” y haga su reserva en Aerovías DAP con la antelación que pueda, porque hay que tener presente que, en esta aventura, el clima juega un rol importante, y Eolo, el dios griego de los vientos, no tiene precisamente buen genio siempre y su imperio alcanza hasta el continente antártico lo que puede afectar el día y la hora de su vuelo.
Además, como otros tres mil turistas que se embarcaron en el Aeropuerto Presidente Carlos Ibañez del Campo, vaya preparado para obedecer las instrucciones de quienes guían a los turistas y a disfrutar de las atenciones de su anfitrión, Aerovías DAP, y a su regreso a Punta Arenas se sentirá contento y satisfecho de haber ido y vuelto, en un día, a un territorio que es pasado, pero que es, también futuro para la Humanidad.
Y, finalmente, si desea buscar una alternativa para el viaje por vía aérea, consulte en alguna agencia de turismo acerca de los cruceros que van o navegan en las aguas antárticas, y ármese de valor si le toca un “día de cruce malo en el mar de Drake”, porque si el espíritu del temido corsario que lo descubrió está alterado, decir “malo” sería poco, muy poco.
Es peor, como lo afirman quienes han navegado en esas aguas, pero la aventura vale la pena, aunque se deba sufrir por tres largos días.