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Magallánico analiza dichos y giros del lenguaje actual que dejan atrás viejas terminologías

cronica
17/09/2017 a las 20:00
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Ojalá que a nadie “le pongan el abrigado” o “le coman la color” y que los que puedan todavía, “salten el cerco”, mientras algunos y algunas “guglean”, “chatean” y “wazapean”, porque tienen planes que les garantizan muchos “yigas” y navegación gratuita.

El lenguaje, afirman muchos expertos, es un proceso de aprendizaje cotidiano, en el cual inciden los medios de comunicación, los avances tecnológicos y el entorno de cada persona.

Un código de signos y sonidos que pueden ser decodificados desde los primeros años de la existencia de cada ser humano y que establece diferencias con los animales, los pájaros y los insectos. 

Por supuesto, aunque los perros reciban afecto, alimento y entrenamiento, es difícil, mejor dicho, imposible, que pueda sostener una conversación acerca de las actuaciones de algunos líderes políticos.

Los gatos ronronearán horas y horas, se restregarán contra las piernas de sus amas, pero no pueden comentar los detalles de una telenovela turca.

Una abeja nunca podrá indicarle a un ser humano donde está su colmena, cargada de miel, a la que otras abejas también deben llevar el almíbar extraído de las flores, aunque muera volando.

El canto de un gallo podrá despertarlo muchos amaneceres, hasta que sea llevado a la olla, pero no puede entregar el secreto de su encanto y, menos, el éxito de sus conquistas.

No, porque aunque canten, ladren, aúllen, graznen, parpen o emitan otros sonidos,  los animales no tienen alfabeto, no saben y no pueden leer texto alguno, por muy inteligentes que nos parezcan.

Pero los humanos sí podemos, aunque hay muchos a los que muchos dejarían mudos ¿O no?

Neolenguaje

Hasta hace un par de años, el lenguaje cotidiano incluía lo que era eso, habitual, diario.

Desde mamá, papá, hermano, tío, tía, nana o nono, hasta los términos más avanzados de la medicina, la ingeniería y otras ciencias, se construían a partir de lo conocido.

Sin embargo, con el advenimiento de nuevas tecnologías, el lenguaje y sus giros y sus dichos más tradicionales, más picarescos, más locales, más cercanos al entorno de las personas, empezaron a ser desplazados y cayeron casi en el olvido.

El destacado escritor, recopilador cultural, cantautor, poeta, folclorista Mario Isidro Moreno, señaló que eso es así.

“Son pocas las personas que recuerdan giros y dichos, populares hasta hace un tiempo. Por ejemplo, para describir una infidelidad se hablaba de “comer la color” a la víctima de esa práctica amatoria clandestina, a la cual se le señalaba, también, con que “le están quemando el espinazo”, “le pusieron el abrigado” (por el gorro) o “le jugaron la talquina”, aludiendo a que en esa ciudad los engaños, algunas vez, no se sabe ahora, andaban a la orden del día.

Moreno tiene, al menos, un libro en que alude a esos giros y dichos populares magallánicos, y de uno de ellos , “Raíces magallánicas”, se tomaron algunos como “Cahuín”, fiesta, en mapudungun, y chisme en castellano; “Block”, de origen inglés, y que no es otra cosa que un mazo de hojas pegadas; “Tuto”, de origen quechua, que significa, noche, dormir; “Panqueque”, del inglés “pancake”, torta de harina blanca, con leche, huevos y mantequilla; “Chopazo”, del quechua, “puñetazo”; “Cocaví”, del quechua “kokan”, comestible para un paseo, y con el mismo origen, “Concho”, que significa residuos, restos de algo.

Y así podrían darse centenares de ejemplos de cómo el lenguaje se ha ido nutriendo de palabras de diverso origen, pero que, en su mayoría, los jóvenes de hoy desconocen:

“Cacharpero”, “Macana”, “Biromen”, “Curiche”, “Aro aro” y hasta “Baqueano o baquiano”, “Gomería”, entre otros que corresponden, respectivamente, a caballo de carga; mentira o exageración; bolígrafo argentino;  gente de piel negra; una forma de poner fin a un canto o a un baile; destreza, hombre experto y una forma de designar un taller de vulcanización o cambio de neumáticos.

Algunos dichos

También, afirmó Moreno en su oportunidad, los dichos populares de la zona centro – sur de Chile, “huasa” por excelencia, han ido yéndose al olvido por desuso, por la influencia de la televisión o porque los abuelos y los padres se los llevaron al “Más Allá”.

El escritor natalino Ulises Gallardo, un luchador de la causa obrera en Magallanes, sobreviviente de una dura persecución, en un libro prologado por Francisco Coloane, recopiló hace setena años ya, más de trescientos giros, dichos y adagios en una obra titulada “El Lenguaje del Pueblo”, que Mario I. Moreno, guarda como “hueso de santo”.

El primero de esos dichos afirma que “Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo”; que “No todo lo que brilla es oro”; que fulano o fulana “Pisó el Palito” y que “La Verdad, aunque severa, es amiga verdadera”.

Más adelante, se puede leer “Siendo moda, no incomoda”; “Como la grasa de caballo”, por lo poco útil; “Las paredes tienen oídos y los matorrales, ojos” o “No tiene dedos para pianista”; “Tiene santos en la Corte”; “No tiene pelos en la lengua”, “En la puerta del horno se quema el pan” y también “Zorro viejo pierde el pelo, pero no pierde las mañas”.

Y lo tres que ponen fin al obro de Ulises Gallardo:

“A Dios rogando y con el mazo dando”; “Mete la cuchara”  y “No le amarraron las manos cuando chico”: el primero, no requiere mayor explicación; el que le sigue alude a los intrusos de siempre, de aquí y de allá, y el último, a los galanes que son aficionados a las caricias más audaces.

No cambia

Mario Isidro Moreno llamó la atención acerca de la palabra madre, que puede leerse como mother, en inglés; mutter, en alemán; mamae, en portugués; Mamer, en suizo; Mitera, en griego;Mer, en francés, Mamma, en italiano; Ñuque, en mapuche; Dabi, en yagán; Chaki, en kawéskar, Ma:n, en Aóniken y Mamma, en hindú.

Todo un aporte lingüístico que pocos conocen, ya que la moda de estos tiempos tecnológicos apunta a “chatear”, con tantas “yigas” de velocidad; “wazapear” cuanto se pueda o a “tuitear” o “gluglear” hasta que se encuentre lo que se busque.

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