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La preparación de pan de Pascua y cola de mono en la zona más austral

cronica
31/12/2017 a las 10:30
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Son dos tradiciones que no fallan en las fiestas de fin de año. Muchos magallánicos los preparan para sus familias y otros los comercializan.

El pan de Pascua, el “cola de mono” y las espigas de trigo recuerdan, de inmediato, las fiestas de fines de año.

No sólo la del Nacimiento de Jesús y la de Navidad, sino que, también, las que dan la bienvenida al Año Nuevo, o sea, para muchos, en la última semana de diciembre se da el recuerdo de la cristiandad y culmina con los fuegos artificiales con algo de paganismo.

Pero, es la condición humana que tiene algo de santo y algo del lado oscuro de la fuerza.

Desde Ushuaia

María Elena Oyarzún nació en la ciudad argentina de Ushuaia, pero desde pequeña reside en Punta Arenas, en la cual formó familia y se dedica a la pastelería y a la gastronomía, puesto que es maestra de cocina.

“Desde hace años hago pan de Pascua, sin fines comerciales. Se los regalo a mis familiares y a mis amigos, que no son pocos y ese pan lo hago con mi propia receta: harina necesaria para un kilo, dos huevos, una cucharadita de bicarbonato, otra de levadura, azúcar a gusto y a amasar se ha dicho. Después, vienen las pasas Corinto y sultaninas, es decir, morenas y rubias, las nueces, medio vasito de ron y un almíbar suave que, al cabo de unos 40 minutos en el horno, a fuego lento, me permiten llevar a la mesa un kilo de pan. Claro eso es ya en la Nochebuena, pero el trabajo de preparación de los ingredientes demanda un par de días de trabajo previos y, como toque personal incluyo algo de Nescafé, clavito de olor y canela, pero mis secretos quedan hasta aquí, no más. Me han dicho que queda rico, liviano y se acompaña con vasitos de cola de mono, con vino Chardonnay, muy frío y en vaso largo o con jugo o gaseosa para los más pequeños”, manifestó María Elena Oyarzún.

Sabor magallánico

En el corazón de Barrio Sur, en una pastelería y panadería que lleva el nombre de una hija, María Contreras Rodríguez y Óscar Vargas Naranjo, empiezan a fabricar su pan de Pascua un par de semanas antes de Navidad, “casi terminando noviembre”, explican sonriendo porque la demanda es alta.

“Nuestro pan de Pascua lleva harina de buena calidad, pasas nueces, maní, frutas confitadas, algo de ron y el secreto es nuestro, pero nos felicitan por el resultado final”, explicaron María Contreras Rodríguez y Óscar Vargas Naranjo.

Y recuerdan que hace 40 años, residían y trabajaban en el sector del paradero 30 del Camilo Troncal que une Valparaíso con Quilpué, Villa Alemana, Peñablanca y Limache “y una de nuestras hijas se casó con un marino que se vino a Punta Arenas por cinco años. Vinimos a verla y nos gustó tanto que llevamos cuarenta años haciendo pan, pasteles y, a fines de año, nuestro pan de Pascua. Ah, y la hija que vinimos a ver, regresó al norte, pero nosotros nos quedamos y estamos felices”.

Espigas de trigo

Una de las cábalas que manejan los amantes de las supersticiones para recibir la Navidad y, principalmente, al Año Nuevo, son la compra de espigas de trigo.

Claudio Inostroza, por estos días, divide la fritura de sopaipillas que realiza a diario, con la venta de espigas de trigo, con granos duros y el color propio del tan noble cereal.

“Cada espiga lleva la imagen de un santo o de una santa y los compradores determinan cuál se llevan en las manos: si la espiga con la imagen de Santa Teresa de Los Andes, del Padre Hurtado, de San Pío, ellos lo eligen”, explicó Inostroza, con un ramo de espigas “santas” en sus manos.

Estas espigas se adquieren en la zona central de Chile, una vez que los trigales han madurado y desde allí llegan a Punta Arenas y, creo yo, a otras partes de nuestro país y permiten llamar a la prosperidad, a la fortuna, a la paz en las familias. Es que no hay que olvidar que del trigo sale la harina no sólo para nuestro pan de cada día”, afirmó Inostroza.

El licor

Cada persona, cada familia, tiene su propia receta para la preparación del muy chileno y tradicional cola de mono.

Una de ellas es la llamada “una por cinco” o “una por tres”, o sea, un litro de aguardiente, generalmente de Doñihue, por tres o cinco litros de leche hervida, por cierto, con palitos de canela y café a gusto.

Dicen que todo se bate a mano y se va probando la dulzura de la mezcla hasta que el fechor del bebestible lo dejé a punto.

Se embotella y se deja enfriar en el refrigerador, no en el congelador, porque hay experiencias negativas con ese uso, ya que el contenido se endurece y un helado de leche con sabor a aguardiente es poco saludable.

Se sirve, bien frío, en copa o vaso ”según la niña” porque es consumido, de preferencia, por las representantes del sexo que cada día ya no es tan débil.

Algunos “siúticos”, como se decía hace unos años, aludían a este bebestible con la singular denominación de “rabo de mico” o “cola de primate” que, en exceso, les provocaban “una mona” o los dejaban en brazos de un “gorila”.

El dicho, según la cultura popular, atribuye la denominación a que el preparado se embotellaba, generalmente, en una botella del otrora famoso “Anís del Mono”, cuya imagen corporativa, era, precisamente, uno de los ancestros del ser humano, según Charles Darwin.

Pero que un pedacito de Pan de Pascua acompañado con un vaso de cola de mono es una imagen de fines de año más que tradicional en Chile y en Magallanes, por supuesto.

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