Hizo dupla con Natalia Valdebenito en “Cabra Chica Gritona” y después desapareció para el público masivo como comediante, aunque como actriz mantuvo papeles secundarios en algunas teleseries. Pero Jenny Cavallo no deja de tener la picardía que la hizo destacar vestida de uniforme.
Renovada y valiente, la comediante enfrentó al “Monstruo” de manera deshinibida y soltó la lengua para tirar ciertas verdades sobre las diferencias de género y las vivencias de una mujer en un mundo acostumbrado a un humor masculino.
En lo que ella misma llamó “observación de la realidad”, la humorista apeló al día a día de las mujeres sobre los treinta años, que tienen problemas de convivencia con sus parejas y que se “esclavizan” por los hijos.
En algún momento, su relato, acompañado de una actitud muy parecida a la de Natalia Valdebenito, repercutió en el público varonil, que comenzó a pifiar los constantes ataques al género masculino por parte de la actriz, olvidando que la mayoría de los chistosos de nuestro país han conseguido durante años las risas del “respetable” a través de una fórmula netamente machista.
Pero, como si se tratase de un cumpleaños quinceañero, el público femenino comenzó a aplaudir encima de los chiflidos y comenzó una absurda “guerra de sexos”, que fue fomentada por la rutina de Cavallo, que basó su trabajo en la ya probada actuación de Valdebenito hace dos años. Parece que la novedad no es una de las características de los humoristas de las últimas ediciones del Festival, que han demostrado un cierto estancamiento conceptual en sus rutinas.
Probada, testeada y jamás reprobada, Jenny Cavallo se terminó por ganar a las más risueñas presentes en la Quinta Vergara. Principalmente a ellas, ya que sus vivencias eran mucho más comprensibles para una mujer que para un hombre, por lo que el varón de a pie no reía a carcajadas con el relato de la humorista. Y eso no es malo. El humor no tiene por qué ser transversal y siempre puede tener un público objetivo bastante definido. Esto le da riqueza a los temas y diversidad a un Festival que carece, a veces, de miradas divergentes.
La Gaviota de Plata fue gritada de manera tibia por el público femenino. Pese a que se animó a los presentes a hacer el gesto ridículo del animal volando, no generó un interés total en el “Monstruo”, que al ser justamente de monstruosidad masculina (por algo es “el”) se amedrenta cuando lo atacan de manera muy repetitiva y elocuente, desempolvando la vergonzosa adjetivación de “feminazi”.
Pese a que se agradece una nueva mirada ya reutilizada desde la mujer, en los escenarios humorísticos, esperemos que se renueve la actitud y que no se convierta en imponer repetitivamente el argumento bélico antihombres.
Cuando Cavallo estaba en pleno de un chiste que reunía a Bárbara Blade y sus axilas encantadoras con las compras en una tienda, el público comenzó a pifiar.
“Volvió a pasar”, dijo la humorista, tras ser interrumpida por los presentadores del Festival, que le alertaron, tal como ocurrió el año pasado con Rodrigo Villegas, de un impasse entre el público, esta vez por un desmayo.
Tras esa interrupción, la despedida de Jenny se enfrió y salió de la Quinta sin el entusiasmo templado con el que habían pedido su Gaviota.