Estamos a punto de cumplir 41 años del conflicto del Beagle y ad portas de los 35 años del Tratado de Paz y Amistad con Argentina. Y la Región de Magallanes y Antártica Chilena tiene mucho que decir al respecto. Un merecido reconocimiento a la mediación papal es el que se debe realizar. El Tratado de 1984 delimitó el denominado Mar de la Zona Austral, que se inicia en el canal Beagle; fijó el régimen de navegación entre el Estrecho de Magallanes y puertos argentinos en el canal Beagle y viceversa; estableció un sistema de solución de controversias que no es posible de frustrar por las partes signatarias y convino en la formación de una comisión binacional permanente de cooperación económica e integración física para facilitar el desarrollo de intereses compartidos. Este gran acuerdo ha permitido el tránsito de ambos pueblos por la senda de la paz y el entendimiento, dejando atrás un episodio que los situó en el umbral de la beligerancia. Además, ratificó que Chile y Argentina están tradicional y profundamente comprometidos con la cooperación bilateral y con la solución pacífica de sus discrepancias. Alcanzar los acuerdos que actualmente obligan a las partes fue una enorme y complejísima tarea, en momentos de gravísimo peligro y de consecuencias imprevisibles, para el futuro de ambos países. Y por eso en este aniversario es justo valorar la mediación de Juan Pablo II y de la diplomacia vaticana que, junto con servir de instancia de pacificación, aportó propuestas que sirvieron de base para los acuerdos suscritos. La Patagonia chilena y argentina son quienes más deben agradecer esto, ya que tenemos un sentido de reciprocidad muy grande, el que se ve reflejado en nuestra diaria convivencia.