Galopante crecimiento económico, desempleo a la baja, exportaciones crecientes y superávit presupuestario, parece ser imposible encontrar en zonas aisladas, pero esta es la realidad de Estonia luego de 7 años de estar al borde del colapso económico. Pero ¿cómo es que un expaís soviético de 1.3 millones de habitantes, más pequeño que la región de Magallanes, logra vencer a la adversidad que se vive en el resto de la Unión Europea? El investigador Javier Vergara, chileno radicado en esa pequeña nación, señala que no son más que la evidencia empírica de las virtudes de una economía libre y de un Gobierno comprometido con la austeridad.
Estonia ha sido durante casi toda su historia un país estancado económicamente. Luego de la disolución de la Unión Soviética, el país báltico reclamó su independencia y eligió a Mart Laar, de 32 años, como primer ministro.
Él no tenía idea sobre economía. El único libro que había leído sobre el tema era “Libre para Elegir” de Milton y Rose Friedman, por lo que frente a las desastrosas condiciones económicas de principios de 1992 (con 1000% de inflación, escasez de productos básicos y 35% de desempleo), decidió aplicar gran parte de las ideas de dicho libro. ¿El resultado? Un presupuesto fiscal equilibrado, una deuda pública casi inexistente, un confiable régimen de libre comercio, un sector bancario y comercial competitivos, un ambiente amable para inversiones extranjeras, cero impuesto sobre las utilidades de sociedades que sean reinvertidas en Estonia y un impuesto sobre la renta de tasa fija.
El acceso de servicios gubernamentales lo ha solucionado a través de una digitalización y acceso de conexión a redes, hoy los ciudadanos de Estonia pueden superar el aislamiento con servicios y trámites gubernamentales seguros a través de internet, solucionando una serie de problemáticas con instituciones eficientes en cualquier lugar del territorio.