La retención escolar, es decir, que los estudiantes permanezcan en el sistema educacional formal constituye un requisito clave para que los alumnos aprendan los conocimientos, habilidades y actitudes que se espera que desarrollen durante la etapa escolar. Asimismo, además de la necesidad evidente de que los estudiantes asistan a clases para aprender, permanecer en el sistema educativo favorece el desarrollo de habilidades no académicas que inciden en sus perspectivas económicas y calidad de vida.
En relación con el desarrollo socioafectivo de los estudiantes, las investigaciones indican que los alumnos que desertan del sistema escolar tienen más probabilidades que aquellos que permanecen en la escuela de incurrir en conductas nocivas para su desarrollo, tales como consumo de alcohol y drogas, vagancia, delincuencia y prácticas sexuales de riesgo. Es decir, un estudiante que deserta del colegio no solo deja de aprender lo que se espera, sino que además corre el riesgo de adquirir vicios o cometer conductas antisociales que le afectan tanto a él como a la sociedad en su conjunto. Asimismo, se ha observado que los estudiantes que abandonan la escuela presentan mayores dificultades que sus pares que egresan de la educación escolar para integrarse y participar activamente en la sociedad, y son víctimas de marginación y exclusión social con mayor frecuencia.
Además, es relevante evaluar la capacidad de retención escolar, tanto del sistema que lo administra como el que tiene un establecimiento educacional, debido a que la permanencia de un estudiante en el sistema formal promueve el desarrollo de habilidades “no cognitivas”, tales como la persistencia, el control de impulsos, la motivación y la responsabilidad, este último elemento es fundamental para su vida futura. La evidencia indica que estas habilidades son claves para lograr un adecuado desarrollo personal, y que incluso tienen la capacidad de compensar menores niveles de habilidad intelectual.
Por otra parte, la retención escolar favorece el futuro económico de los estudiantes, pues se ha comprobado que abandonar el sistema escolar aumenta significativamente las tasas de desempleo posterior, además de disminuir las perspectivas de ingresos económicos.
En un nivel más amplio, la deserción escolar implica costos para un país, ya que un estudiante que deserta puede significar un mayor gasto para los servicios sociales, dado que es más probable que pase períodos largos sin trabajo, y que incurra en conductas riesgosas o delictivas.
Difícil tarea en tiempo de pandemia es la que nos espera a todos quienes directa o indirectamente formamos parte del sistema educacional, el compromiso real y los hechos avalan nuestras palabras.