La frase anterior corresponde al actor norteamericano, Clint Eastwood, quien señaló el 2016 en una entrevista: “…todo el mundo está harto en secreto de la corrección política. Es la generación de lameculos con la que vivimos ahora. Vivimos en una generación de maricas… la gente dice ‘no puedes hacer esto, no puedes decir eso’”.
En Norteamérica donde la libre expresión se consagra como un derecho inalienable, dichas palabras no llamaron mucho la atención e incluso fueron aplaudidas, por un actor y Director que justamente antes había dado el ejemplo con películas como “Gran Torino”, denunciando los prejuicios étnicos y culturales de dicha sociedad. ¿Qué hubiese ocurrido sin embargo, si alguna figura pública en Chile hubiese afirmado lo mismo públicamente?
Hemos llegado a un nivel de corrección y autocensura tal, que todo el mundo tiene miedo a expresar públicamente aquellas opiniones que en el ámbito privado o familiar sí se expresan abiertamente, pero por miedo, se cambia en el discurso en lo público.
Grupos minoritarios de fundamentalistas, hembristas, minorías sexuales, radicales de izquierda y derecha, conservacionistas y cuanta ONG se crea para parasitar de la ideas “progresista” de moda, tiene a Chile viviendo una dictadura del pensamiento: si uno tuviese la mala ocurrencia de opinar algo diferente a lo que dictan estos grupos, es: agredido y censurado, con el solo pretexto de un supuesto “discurso de odio”, no pudiendo las personas con distintas opiniones y visiones del mundo, coexistir a través de la tolerancia, sino que en el discurso de estos parásitos del pensamiento, no puedes pensar diferente, sino agredes.
Así, hemos llegado al extremo de crear leyes fascistas, muy similares a aquellas propiciadas por Hitler y Menguele que benefician exclusivamente a personas por su raza o descendencia. Hoy en Chile, tenemos escaños reservados, solo para aquellos con descendencia en una etnia en particular y estamos obligados a tener listas con participación sexual “equitativa”.
Existiendo empresas que comercializan internacionalmente test de ADN para rastrear el origen étnico de personas, por poco más de 100 dólares, y la envían a su casa en un tubo de vidrio con su saliva, pudiendo determinar su origen étnico: ¿Tendremos a futuro que hacernos un test de ADN para poder acceder un cupo en un trabajo, en el estado, la universidad o político? ¿Su etnia o sexo determinará en Chile, si usted tiene más posibilidades de acceder a un trabajo?
Su sexo, preferencia sexual, ascendencia, color, edad, o creencia religiosa, no debiera determinar la posibilidad de acceder más fácilmente al éxito en un estado de derecho. Me gustaría pensar que independiente de su condición particular (que no es elegida), se debiera propiciar siempre a elegir libremente y que la competencia favorezca siempre al más capaz o al más apto para un cargo y no obligar, a empresas, ciudadanos y universidades, a dejar fuera a alguien, por el solo hecho de no pertenecer a una minoría es desplazado injustamente.
Es el momento de discrepar no solo de las elites, sino con esta dictadura del pensamiento que les otorga privilegios a minorías que, en el Chile de hoy, no tienen ninguna brecha, más que aquella histórica.
Los privilegios, son y siempre serán en una sociedad libre, algo nefasto, que socava y acrecienta la distancia de los ciudadanos al acceso en igualdad de oportunidades al desarrollo y bienestar personal. Es el momento de discrepar con aquellos que piensan diferente, ofender con nuestras ideas, como lo hizo Charlie Hebdo o Eastwood, mantenernos firmes en la defensa del derecho de ofender parte indivisible del derecho a la libertad de expresión, sino con justa razón pasaremos a ser, como dijo Eastwood, una “…generación de maricas”.