El domingo 19 de diciembre quedará, por varias razones, en la historia de Chile. Con un 55,81% de los votos el magallánico Gabriel Boric se convertía en presidente electo derrotando (por un margen impensado) al republicano José Antonio Kast quien obtuvo el 44,19%.
Con esto Boric logró dos cosas que, por sí mismas, ya son históricas: conseguir el mayor caudal de votos de un Presidente (electo en democracia) y se convierte en el Presidente más joven en la historia de Chile. Y un dato no menos relevante pero que ha pasado desapercibido: Boric será, desde el gobierno del expresidente Allende, el primer Jefe de Estado de izquierda como tal, sin considerar los mandatos de Lagos o Bachelet que, en rigor, fueron más bien mantener el alma de la Concertación, aun cuando en Bachelet 2 se haya incorporado, a la Nueva Mayoría, al Partido Comunista.
El desafío que enfrentará el presidente electo, que comienza formalmente en funciones el 11 de marzo de 2022, no es menor: deberá gobernar y encabezar una nación polarizada, con complejidades económicas fuertes, con altos grados de incerteza, con una pandemia sanitaria que no da tregua y un alto nivel de expectativas en torno a lo que él, su gabinete y su gobierno, puedan lograr. Y quizás aquí está uno de los mayores escollos que deberá aprender a sortear Boric: las expectativas.
Porque tanto él, como sus cercanos, saben que las posibilidades de cumplir muchas de las promesas de campaña no necesariamente son factibles. De hecho, lo más seguro, es que a medida que vaya avanzando su gobierno Boric, y su gabinete, salgan a culpar a otros (Congreso, Oposición, los viejos, los adultos, quienes sean) por no cumplir con las expectativas generadas en las chilenas y chilenos. Y en esto una observación que proviene desde la literatura a la cual se le conoce como “riesgo moral”, a saber: refiere a que el candidato puede prometer todo y cuanto quiera en campaña, pero no necesariamente cumplir a cabalidad cada una de esas afirmaciones. En contrapartida, los votantes podrán creer (o no) en el candidato por el cual optarán. Si apoyan al candidato que más promesas realizó, lógicamente las expectativas estarán sentadas en que la persona, a quienes respaldaron con su voto, cumplirá. Sin embargo, el buen político, sabe que puede prometer todo y cuanto quiera más no necesariamente cumplir a cabalidad o llevar a cabo la totalidad del programa de gobierno. Para ello las excusas siempre estarán disponibles: alguna catástrofe natural - climática, sanitaria, económica, política (congreso, oposición o incluso convención constituyente), un conflicto social, violencia, etc.
La ciudadanía se ha pronunciado y ha depositado su confianza en Gabriel Boric Font. Sería injusto prejuzgar una gestión que aún ni siquiera ha comenzado y en la cual tampoco existen nombres que pudiera llegar a su gabinete. Desde el 11 de marzo, el aún diputado magallánico tendrá la ardua misión de liderar Chile. Porque sepa usted que este triunfo de Boric no es casualidad, sino que es el resultado de años de intenso e incesante trabajo en los territorios, en las poblaciones, con las comunidades. Y es que claro, ser oposición siempre es más sencillo, práctico y fácil (porque por Dios que es sencillo criticar todo, sin proponer soluciones, en este país) que gobernar y tomar decisiones que impacten, tanto negativa como positivamente, en las personas. Sólo el tiempo dirá cual será el lugar de Boric en la historia como el presidente número 34 de nuestra historia republicana.