En medio de las definiciones frente al Plebiscito de salida del 4 de septiembre, Chile Vamos ha fijado su postura de “rechazar para reformar”. Esta semana, RN, UDI Y Evópoli hizo pública una carta en donde se compromete en forma “solemne y decidida” para avanzar, en caso de que triunfe el Rechazo, en una nueva Constitución Política. La carta ahonda en 10 puntos claves, además de reafirmar el compromiso con la rebaja el quórum de reforma constitucional a 4/7.
Estos 10 compromisos son un gran paso para la búsqueda de la continuidad del proceso constituyente, y por ende, la búsqueda de una mejor Constitución. Y están dadas las condiciones para cumplirse. El quórum de reforma de 4/7 propuesto por parlamentarios de la DC y PPD, hace posible un escenario de acuerdos entre sectores sensatos de la política chilena (de izquierda a derecha).
Ahora, ¿Por qué creerle a la derecha? Esta una pregunta que ha sido reiterada bastante. Pues bien, la política es la búsqueda de acuerdos, ejercicio basado en la necesidad de procurar el bien común de todos y de cada uno de los habitantes de una República. Partiendo de esa premisa, es mucho más válido iniciar cualquier tipo de discusión desde una base de confianza republicana ya que, hacerlo desde la desconfianza, no nos encauzará a ninguna parte. Porque, ¿qué sucedería si la derecha pensara igual? Más de 3/4 de quienes votarán por el Apruebo, afirman que lo harán para reformar. Quienes lo aseguran, son parlamentarios de izquierda que apoyaron a convencionales de partidos políticos de izquierda y a independientes pro izquierda que, en su mayoría, redactaron la propuesta de Constitución. Siendo así, ¿Por qué nosotros y la ciudadanía tiene que creer que ellos –que avalaron la redacción de la Constitución tal como está- sí votarán a favor de los cambios que ahora afirman son necesarios? ¿Por qué, si además debemos considerar que la propuesta de nueva Constitución es extremadamente rígida y tiene cerrojos que hacen prácticamente imposible su modificación?
De entrar en el juego de las desconfianzas, cada uno tiene el derecho a reclamarle al otro. Mientras, las personas sufren con la incertidumbre, el alto costo de vida, la inflación y el aumento de la violencia, reafirmando así el descontento que originó el proceso constituyente.
Por otro lado, es imperativo considerar que, cuando nos ha tocado comprometernos con algo, lo hemos cumplido. En 2005, el entonces presidente Ricardo Lagos propició el mayor cambio realizado a la Constitución de 1980. En total, fueron 58 modificaciones que consideraron, entre otras cosas, la eliminación de senadores vitalicios, la disminución del periodo presidencial y la eliminación de la función de “garantes de la institucionalidad” de las Fuerzas Armadas. Cada uno de los compromisos que llevamos fueron cumplidos y votados a favor en el Congreso. Entonces, ¿por qué la desconfianza? ¿O se tratará solo de un subterfugio que justifique el afán refundacional de ciertos sectores?
El Rechazo transversal a la propuesta constitucional desmedida e indigenista, es un hecho. La ciudadanía comprendió que ésta solo contempla una visión: la de los sectores más radicales y extremos del país. Comprendió que, al igual como sucedió en la Convención, prácticamente todo Chile será una minoría. Ante esto, no podemos inmovilizarnos. Aunque cueste, debemos confiar los unos en los otros, confiar también en la democracia representativa, y por tanto, en sus instituciones nucleares como lo es el Congreso. Pero sobre todo, tener voluntad para construir entendimientos mirando la totalidad social en una temporalidad más extensa que solo la del presente inmediato. O peor aún, la del octubrismo.