La propuesta de la nueva Constitución batió un record. Y es que antes de incluso ser aprobada, la mayoría del espectro político quiere modificarla; incluyendo quienes la redactaron. Sí, los mismos que durante la discusión no estuvieron dispuestos a modificar aspectos esenciales, hoy abandonan sus convicciones otrora irrenunciables y se “convierten y convencen de los cambios” en el último minuto (tal como pasó con el Presidente Boric en la segunda vuelta).
Pero hasta hace pocos días el Apruebo para reformar era impensado. El 11 de agosto el ex convencional Daniel Stingo decía “tenemos que concentrarnos en un apruebo sin condiciones”; el 10 de agosto la presidenta del PS, Paulina Vodanovic afirmaba que “no le vamos a intriducir cambios sustantivos al proyecto de la Convención”; el 9 de agosto el alcalde Jorge Sharp y varios convencionales publicaron una carta donde llamaban a sumarse al “apruebo sin condiciones”; el 8 de agosto el presidente del PC, Guillermo Tellier aseguraba que el 99% de la Constitución debe mantenerse y que “yo no sé qué le podríamos mejorar a la nueva Constitución”. La lista de declaraciones como estas, es extensa.
Y si bien esta semana el oficialismo presentó su acuerdo de implementación y mejoras a la propuesta de Constitución, en el caso de ganar el Apruebo, está claro: es una acuerdo por conveniencia y no por convicción. Porque ¿cómo alcanzarán los quórum supramayoritarios para hacer las modificaciones? ¿O los referéndum necesarios? ¿O el consentimiento Indígena? ¿Qué pasa si esto no sucede? ¿Habrán considerado que la izquierda radical no transa y además tiene memoria selectiva? Sin ir más lejos, minutos después de presentar el acuerdo, Guillermo Tellier aseguró que “ese es nuestro compromiso, no podemos garantizar que vamos a hacer estas cosas, porque en esto tendrá que haber debate popular”.
Considerando lo anterior, es imperativo recordar que el Plebiscito del 4 de septiembre llevará a la ciudadanía a las urnas para aprobar la Constitución que se redactó. No aquello que se dice que quizá podría incluirse en caso de que triunfe la opción del Apruebo. En esa línea, el Rechazo sigue siendo la mejor alternativa, ya que no solo existe un acuerdo sólido respecto a la continuidad del proceso constituyente, sino que además, la rebaja al quórum de modificación a la Constitución vigente a 4/7, ya fue aprobado por el poder Legislativo.
El texto propuesto por la Convención Constitucional tiene demasiadas carencias. Es desmedido para nuestra historia, refundacional y muy lejano a la igualdad que los chilenos nos pidieron priorizar en la nueva Carta Fundamental.
Tuvieron una hoja en blanco para redactar la Constitución que los chilenos soñaban y no lo hicieron; escribieron la Constitución que la extrema izquierda quiso. Dijeron que los errores se corregirían en el Pleno, pero solo primaron las intransigencias y los revanchismos. Dijeron que se subsanaría en la Comisión de Armonización y esta no tuvo facultad para hacer cambios sustantivos. Ahora prometen reformarla después de ser aprobada, cuando fue la misma Convención y los convencionales quienes le pusieron cerrojos al texto para que fuese intocable.
Con este telón de fondo, las súbitas conversiones del oficialismo dejan un manto de dudas legítimas e insalvables. No hay acuerdo que devuelva la credibilidad en un proceso que fue desperdiciado, así como tampoco a un gobierno garante del Apruebo, que incluso antes de asumir, aplicaba esta misma estrategia: actuar por conveniencia y no por convicción.