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Columna de opinión

Mentiroso y porfiado

opinion
16/10/2022 a las 17:33
Periodista Web 3
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Guillermo Mimica Cárcamo, Escritor

En psiquiatría, ser endémicamente mentiroso, es una patología conocida como mitomanía y, se le considera un trastorno grave del comportamiento. A su vez, la testarudez es otra enfermedad mental en la que un paciente presenta ideas y/o actitudes obstinadas que interfieren en sus actividades diarias; éste cree siempre tener la razón o hace obsesivamente las cosas de una determinada forma, eludiendo toda alerta o recomendación.

Me pregunto: ¿sufrirá Donald Trump de estas dos patologías a la vez? La interrogante no sería importante si no tuviera hoy una particular vigencia, ya que el exmandatario prepara su regreso a la carrera presidencial, sin que sus actuales complicaciones judiciales hayan logrado doblegar su deseo empecinado de revancha y de venganza.

Al expresidente americano se le ha visto actuar durante varios años. Su administración estuvo basada en la mentira, la impostura y la permanente provocación; su desdén hacia adversarios internos y enemigos externos lo hizo un ser abominable, aborrecido en todas las latitudes, de quien desconfiaban como de la peste los gobernantes de otros países, pero que, sin embargo, contaba y cuenta con un apoyo no menor en la clase media y baja de su país, la más alejada de la información y del mundo. Es sabido: la demagogia prospera en la ignorancia.

Existen detalles en nuestro comportamiento que, aunque parecieran insignificantes, nos retratan de cuerpo entero. Son a veces hechos anecdóticos, pero que ilustran más que muchos análisis. Uno de éstos, es el que me contó un amigo, muy simpático y afable, quien fue durante años un importante dirigente del deporte que suele practicar Donald Trump. En una ocasión —P.A. lo llamaremos— invitó al presidente mundial de su federación a pescar a Tierra del Fuego. Estuvieron allí varios días y el dirigente quedó encantado con la hermosura de la zona. Tal fue su enamoramiento por el paisaje que, al volver a los Estados Unidos, durante una cena-reunión en la que tuvo que exponer, lo hizo con una fotografía del Lago Deseado proyectada en el fondo de la escena. Al comenzar su charla, explicó el porqué de aquella foto, haciendo alusión a su viaje a Chile. Solo que él no contaba con que Donald Trump, aún no elegido presidente, asistiría al evento, y que empezaría a refutar la evidencia, y luego a argumentar con vehemencia, que Tierra del Fuego estaba en Argentina. Nuestro amigo, que compartía la mesa con el excéntrico magnate, le explicó discretamente que había una parte argentina y otra chilena. Y ante su persistencia, le mostró un mapa que buscó en su celular. “No es cierto, ese mapa está malo” —le retrucaba un Trump vociferante, burlón, fuera de sus casillas. P.A. optó por callarse, mientras el obsesivo personaje seguía divagando sobre la geografía del sur de América. Nos reímos bastante cuando me relató el hecho, mientras mirábamos las fotografías que aún conservaba en su celular. Era el mismo Trump de la televisión, con la mueca del insulto dibujada en sus labios. “Es mentiroso y porfiado” —le dije a mi amigo. Y esas dos características las comprobaríamos con creces después, durante su gobierno. Si hoy las resucito, es por la eventualidad de verlo nuevamente en los noticieros, con la misma sonrisa desafiante que deforma su rostro, para hacerlo aún más indolente.

Cierto es que Trump no ha sido el único estadista megalómano del mundo. La lista es larga, y sería imposible nombrarlos a todos. El que sea porfiado y mentiroso acerca de Tierra del Fuego, finalmente, no afecta a nadie; solo es hilarante y prueba su ignorancia. Pero haber jugado literalmente con fuego en su mandato, despreciado a autoridades de otros Estados, no querer, hasta hoy, aceptar el resultado de las elecciones donde fue derrotado, haber abalado el asalto del Capitolio, hurtado información estratégica, llevándose archivos estatales para su casa, jactarse, reiteradamente, de eludir impuestos… Agrava por cierto su caso. Que un mitómano, testarudo y peligroso personaje pueda volver a presidir un Estado tan importante en un par de años, visto desde aquí, y aun estando tan alejados de los centros de decisión, resulta chocante, peligroso e insoportable.

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