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Columna

Más allá del pesebre

opinion
24/12/2023 a las 20:44
Pablo Oyarzo
1073

Benjamín Escobedo, Teólogo e Investigador de Historia

La historia universal tiene por delimitación cronológica las siglas A.C (antes de Cristo) y D.C (después de Cristo), junto con ello, establece la figura de Jesús como símbolo de una nueva etapa, de una nueva manera de comprender la esperanza, donde el mundo y sus individuos ensamblan una profunda alianza de memoria, historicidad y valores. El nacimiento de Jesús, no solo refleja un hecho de carácter espiritual, sino también un sustento histórico para el cristianismo occidental, de ahí que el “mundo entero” celebre Navidad el día 25 de diciembre de cada año, claro, con diversas expresiones de conmemoración y motivos que justifican el encuentro, no obstante, la historia hace una pausa y versa sobre la humanidad del siglo XXI un hito no solo de trascendencia religiosa, sino también, cultural, social y política, por tanto, mi columna de la semana se denomina “Más allá del pesebre”.

Primero, son muchos los debates entre especialistas de historia religiosa que trazan diversas fechas para el nacimiento de Jesús, sin embargo, el fin último no es “discutir” la fecha in situ, sino más bien como aquello continúa estando presente en la sociedad de nuestra época, dicho sea de paso, al margen de los enfoques laicos, dogmáticos, ateos y/o gnósticos, por consecuencia, indudablemente estamos en presencia de un fecha de profundo significado y legado confesional. Ahora bien, ¿Cómo vive el mundo secular dicha fiesta? ¿Qué celebra realmente? ¿Cómo extraer preceptos de amor y confianza en una fecha que, por definición, está fuertemente enraizada en el cristianismo del primer siglo? Navidad es un espacio donde los feligreses de todo el mundo adhieren a la concepción judeocristiana propia del nacimiento de un Salvador, a su vez, la sociedad moderna también abraza una cierta reflexión de paz, amistad y amor, claro, una con límites de especulación y hermenéutica propia de la razón. Pero ¿De dónde salieron las categorías aludidas; paz, amistad y amor? Tal vez, sería bueno precisar estas como rudimentos esenciales del discurso enarbolado por Jesús, no solo para creyentes y dogmáticos de la liturgia dominical, sino también para esos necesitados de calidez, esperanza y paz en tiempos de profunda crisis mundial. El denominado maestro y Rey de los judíos dijo en una oportunidad: “Mi paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No se turbe nuestro corazón ni tenga miedo (Juan 14:26–27)”. Tenemos la posibilidad de pregonar puentes de expectativa de cara a un nuevo año, frente a una Navidad que nos una, que vivifique el mensaje de Jesús para todos, sin exclusión de sexo, raza, color u otra dimensión diferenciadora.

Segundo, si de Jesús hablamos, el Pesebre (nacimiento) y Gólgota (muerte) son dos espacios simbólicos de su vida. Él nació en un lugar destinado a los animales y muere en un lugar destinado a criminales. La reflexión debe ir mucho más allá del dogma judeocristiano, la ilusión no puede ser reducida a la creencia o no creencia, por el contrario, la reflexión debe elevar una invitación sin obligación, una que coloque de manifiesto el nacimiento de Jesús como hito transversal, global y en presencia de toda una humanidad sufriente. La cena puede tener otro sabor si logramos cercenar aquello que nos aleja de la sustancia navideña, más aún, si logramos relegar esos imaginarios sociales de ínfulas, rencor y enemistad, incluso, la celebración permite sumergirnos en una pausa honesta, sincera y alejada de resabio acumulado. Hace algún tiempo atrás, por medio del Diario El Mercurio de Valparaíso, Cristian Eichin, académico de la PUCV señaló lo siguiente: “La Navidad es la celebración del gran amor que Dios nos tiene y que se nos hace presente por medio de la fragilidad de un bebé, que es un símbolo de vulnerabilidad y pobreza, que apela al cuidado y a la responsabilidad de parte nuestra. Por cierto, la fragilidad se enaltece por ese gran regalo que Dios nos trae. La Navidad es la celebración de la humildad de un Dios que se hace niño y nos lleva a valorar nuevamente la sencillez como una actitud fundamental y necesaria. Lo que celebramos en la Navidad es el nacimiento de Jesús, un niño muy humilde, muy pobre, que nació como un bebé vulnerable, en un espacio que no es una zona de confort”. Sin duda, me parece que este 2023 ha tenido altos y bajos para nuestro país, incluso, con una montaña de problemas que no parecen cesar, ahora bien, más allá de la realidad aludida, un espacio de conciencia, fe y esperanza puede resultar “vida” a través de la paz, amor y amistad durante la noche del 25 de diciembre del presente año 2023, un premisa que dibuja un acento mediante la siguiente declaración; “Más allá del pesebre”.

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