Para los creadores de la Programación Neurolingüística Richard Bandler y John Grinder, el metamodelo lingüístico lo definen como “el arte del lenguaje para hacer más claro el lenguaje”.
El llamado metamodelo del lenguaje corresponde a una serie de preguntas que permiten entender a los demás y empatizar con ellos, comprendiendo cómo perciben el mundo y cómo interpretan la realidad desde sus propias experiencias. Para ello es muy importante, establecer la diferencia entre la llamada estructura la estructura superficial del lenguaje y la profunda.
La estructura superficial corresponde a los que se dice, es decir, se refiere a las palabras. No obstante, la estructura profunda, corresponde al significado que tienen esas palabras para una determinada persona. Por ejemplo: la palabra fuego corresponde a la estructura superficial, pero el efecto que puede tener la palabra fuego, para quien ha sido víctima de un incendio corresponde a la estructura profunda.
Es muy importante comunicarse de forma extremadamente precisa; de tal manera de estar seguros de que la otra persona comparte el mismo significado o la estructura profunda del lenguaje
A partir de un conjunto de preguntas que se pueden hacer durante la comunicación, sobre lo que dice una persona (estructura de superficie) permite reunir información precisa sobre la experiencia de esa persona (significado de la situación, cosmovisión o estructura profunda. Estas preguntas ayudan a recuperar la información que falta, o que la otra persona transmite de forma distorsionada. Es decir, permiten averiguar aquello que está faltando, incluso para la conciencia del propio emisor. E igualmente admite la precisión, la claridad y la comprensión mutua. El metamodelo lingüístico, Incluso puede utilizarse consigo mismo, aplicándolo al diálogo interno.
En la estructura superficial del lenguaje, se dan las llamadas: omisiones, generalizaciones y distorsiones. Hay que tener presente que haciendo preguntas (metamodelo lingüístico), se puede detectar el significado profundo del lenguaje. Los siguientes son algunos ejemplos:
- En las omisiones, la persona elimina cierta información a la hora de expresarse, bien porque la haya olvidado o porque no la considera relevante.
Afirmación: “Este libro es mejor”.
Pregunta: “¿Comparado con cuál?”.
Aseveración: “Estoy enojado”.
Pregunta: “¿Con quién estás enojado?”.
-En las generalizaciones, las personas extienden aspectos particulares de su experiencia o elementos de su modelo del mundo.
Afirmación: “Nunca me escuchas”.
Preguntas: “¿Ahora mismo tampoco te estoy escuchando?”, “¿Alguna vez te escuché?”.
-En las distorsiones se modifican o presuponen datos o hechos o se añade la propia interpretación de los mismos.
Afirmación: “No me quiere, por eso no me ha llamado”.
Preguntas:
“¿Consideras que solo llamándote puede demostrarte que te quiere?”.
“¿En qué otros momentos te sientes amado?”.
Aseveración: “Así no es, como debería ser”.
Preguntas:
“¿Dónde están las normas escritas de cómo debería ser?”.
“¿Según quién no debería ser así?”.
“¿Qué es lo que tiene que cambiar?”.
El lenguaje, mediante preguntas concretas, consigue obtener más información durante la comunicación con el otro y a la vez, logra que la persona sea cada vez más consciente de sus propias respuestas.