La tendencia de la natalidad en Chile ha experimentado un descenso sostenido, agravado durante la pandemia. Según datos del Registro Civil, en 2022 se registró un aumento del 12% en el número de nacimientos en comparación con el año anterior, pero en 2023 volvió a caer fuertemente llegando a sólo 173.920.
Estas cifras ponen de manifiesto que la tasa de fecundidad, se sitúa en un promedio de 1,3 hijos por mujer, la cifra más baja en una década y por debajo del 2,1 recomendado de tasa de recambio para prevenir un envejecimiento excesivo de la población.
Se trata de una realidad muy distinta a la década de los 60, cuando las mujeres tenían en promedio cinco hijos. El hecho de que hoy se registre una cifra tan baja anticipa un envejecimiento progresivo de la población, donde se estima que hacia 2050 un tercio de la población será mayor de 65 años.
El envejecimiento poblacional es un fenómeno complejo que requiere nuevas políticas públicas alineadas a esta realidad. Si bien presenta desafíos significativos, también abre nuevas oportunidades para promover la salud, inclusión y bienestar de todas las personas a lo largo de su ciclo de vida.
El descenso de la natalidad es un fenómeno global que afecta a numerosos países, y Chile no es una excepción. El país sigue las tendencias observadas en naciones más desarrolladas en este aspecto.
En los últimos años en nuestro país, la ola migratoria experimentada ha tenido un impacto en la curva de nacimientos, contribuyendo a que esta no haya sido tan pronunciada, dado el aumento en los partos de mujeres migrantes.
La disminución de la natalidad es multifactorial. Algunas de las variables relacionadas son: el costo de la vida y asociado a la educación de los hijos, la decisión de las mujeres de postergar la maternidad -la cual en promedio comienza a partir de los 30 años-, la dificultad de compatibilizar el desarrollo educacional, laboral, académico y profesional con la maternidad.
Los cambios culturales asociados a la baja natalidad son diversos. En sociedades donde tradicionalmente se valoraba la familia numerosa, se están produciendo transformaciones en las percepciones y expectativas respecto a la maternidad y la paternidad. Asimismo, la urbanización y la modernización han llevado a cambios en los modelos familiares y en la forma en que se concibe la crianza de los hijos. Estos cambios culturales están dando lugar a una mayor valoración de la calidad de vida, la realización personal y la autonomía individual.
Frente a esta realidad actual, surge la pregunta: ¿estamos preparados para abordar esta situación en Chile? Este escenario nos presenta un desafío en múltiples dimensiones, que abarcan desde lo social hasta lo económico y lo sanitario, poniendo como eje principal la calidad de vida de las personas.