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Columna

Jaime Guzmán, 33 años después: ¿Qué tan vigente se encuentran sus ideas en la actual derecha chilena?

opinion
14/04/2024 a las 14:15
Pablo Oyarzo
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Benjamín Escobedo, Teólogo e Investigador de Historia

Hace pocos días se recordó un año más desde que Jaime Guzmán Errázuriz partió de este mundo, por tanto, su muerte continúa provocando tensión, disputa y relectura a partir de su pensamiento político. Tal vez, estamos en presencia de un intelectual público al que le la muerte le fue acontecida producto del rencor, odio y recelos de la oposición, esa que pretendía cambiar la sociedad chilena a través de la cancelación democrática, o sea, anular todo esfuerzo de libertad y construcción de la modernidad en suelos nacionales. La figura de Jaime Guzmán instala 33 años después de su fallecimiento, una interpelación precisamente a esa derecha nacional, esa que por estos días camina, pero no corre, proclama, pero no convence.

Jaime Guzmán Errázuriz nació en Santiago el 28 de junio de 1946. Entre 1951 y 1962 realizó sus estudios primarios en el Colegio Sagrados Corazones. A los 16 años ingresó a la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, obteniendo en 1968 su grado de Licenciado, con distinción máxima. En la actualidad, la Fundación Jaime Guzmán, refiere parte de su biografía histórica, académica y política con la siguiente narrativa: “En la universidad fundó el Movimiento Gremial Universitario, corriente que en 1968 accede por primera vez a la presidencia de la Federación de Estudiantes de la PUC. Desde 1968 y hasta el día de su muerte, desempeñó funciones docentes en la Pontificia Universidad Católica de Chile, como profesor de Teoría Política y Derecho Constitucional. También destacó como redactor y columnista sobre temas jurídicos, políticos, sociales y religiosos, en diversos diarios y revistas nacionales de gran prestigio”. Sin duda, Guzmán entrelaza una vida académica, pública y católica con fuertes perspectivas conservadoras, por ende, hospeda una especie de liberalismo clásico como el fin de cimentar las bases económicas, constitucionales y jurídicas de un país que gime por un desarrollo general.

Recordemos que Jaime Guzmán fue el fundador del partido político Unión Demócrata Independiente (UDI), nicho que en el último tiempo necesita fortalecer sus rudimentos si no quiere naufragar por el desierto, por tanto, nos proponemos analizar algunas ideas del exfundador de la UDI y su presidente respectivo entre los años 1983 y 1987. En primer lugar, sus líneas de pensamiento son antimarxistas, tomistas, conservadoras y tradicionalistas, algo que hace rato la derecha chilena no define completamente, incluso, muchos han señalado que “debemos avanzar hacia una socialdemocracia”, a mi juicio, un trágico error, dado que se necesita honestidad con lo que se piensa para poder convencer, de lo contrario, podría darse una nueva derrota en las urnas el 2025. En segundo lugar, Guzmán utilizó los principios de economía de Hayek y Novak, los que sirvieron de insumo para cimentar las bases de un mercado y, por consecuencia, plasmar los elementos adyacentes en la Constitución de 1980. Esta acción parece no importar a una cierta parte de la derecha actual, ya que en diversos pasajes de los procesos constituyentes precedentes un porcentaje no menor coqueteó con las ideas de un cambio de constitución, claro, enarbolando la idea de igualdad, emancipación y cambios radicales para el país, pero, todo académico serio no izaría dicha bandera suscrita, ya que los cambios provienen de las políticas públicas de un gobierno, no de registrar “ciertos gustitos” en una carta constitucional. El historiador Iván Jaksic reseña de Andrés Bello una declaración que sintoniza muy bien con las ideas de Jaime Guzmán desde un punto de vista constitucional. “Las Constituciones escritas tienen su causa, como todos los hechos. Esta causa puede estar en el espíritu mismo de la sociedad; y la Constitución será entonces la expresión, la encarnación de ese espíritu; y puede estar en las ideas, en las pasiones, en los intereses de un partido, de una fracción social; y entonces la Constitución escrita no representará otra cosa que las ideas, las pasiones, los intereses de un cierto número de hombres que han emprendido organizar el poder público según sus propias inspiraciones” [Iván Jaksic, El debate fundacional: los orígenes de la historiografía chilena, Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica, 2021, pp.199]. Las constituciones deben ser racionales, coherentes y viables, no un mero espacio para tatuar pseudoderechos que, en la práctica, dicho sea de paso, son imposibles de hacer realidad.

Jaime Guzmán tenía la idea de “subsidiaridad” que se manifiesta ya en la encíclica Mater et Magistra (1961). El Estado subsidiario es la propuesta principal para la construcción de un Estado con influencias. La Constitución del 80 guardó esa base doctrinal que la distinguió de cualquier otra carta fundamental anterior. Guzmán se convenció que una forma de superar la pobreza es construir riqueza y permitir el acceso de forma masiva a ese crecimiento económico. Y el medio para crecer es indudablemente la libertad económica. La actual derecha parece avergonzarse de creer en el mercado, incluso, muchos aceptan que este es el culpable de los vicios que se suscitan al interior de el, algo muy lejano de la realidad. El problema está en la administración del mercado, en la corrupción y monopolio que a momentos se visibiliza, por ende, no debemos de olvidar el fin último de este en la economía y sociedad moderna, o sea, construir accesos, mejorar la calidad de vida de las personas y desarrollar alternativas frente a la oferta y demanda de los individuos. En síntesis, si una parte de la derecha chilena continúa creyendo que con simples promesas conquistará el corazón de esos que abdican sufragar en las urnas, indudablemente adolece de ideas, esas que un día esbozó Jaime Guzmán Errázuriz durante la segunda mitad del siglo XX chileno. Se necesita tener valores de verdad, honestidad y legado, esos que el fundador de la UDI con altos y bajos imaginó para Chile, claro, con vicisitudes, quiebres y fisuras propias de un proceso político, recordemos que todo es perfectible en el debate público.

Por último, ¿Qué tan vivo está su pensamiento en la derecha chilena? ¿Fue Jaime Guzmán un hombre de convicciones y errores, o un simple nostálgico de la modernidad? ¿Cómo se posiciona la derecha chilena en el espacio público actual, con grandes promesas y acuerdos, o con diálogos que buscan hacer proselitismo hacia al ciudadano común? A 33 años de la muerte de Jaime Guzmán, no podemos observarlo como un hombre perfecto y digno de beatificar, sin embargo, tampoco podemos relegarlo de las bases conceptuales que hasta el día de hoy continúan tensionado el mundo de las ideas en el Chile del siglo XXI. Su figura instala cada año lectura, tolerancia y libertad, categorías indispensables si se pretende entender su pensamiento político alejado de los sesgos ideológicos.

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