Artículo primero y último. Todo ser humano debe tender a ser un humano.
De eso se trata, de que una persona no solo ha de parecer, sino ser una persona cuyas dotes y dones se extiendan en favor del prójimo. No hay dudas, primero, uno ha de ser virtuoso consigo mismo, ha de querer la vida para sí mismo y, por añadidura, para cada una de las personas de su entorno, el próximo y el lejano.
Una persona está dotada de virtudes y, a la vez, de vicios, y probablemente debe luchar con ambos, donde de manera clara se debe optar por la bondad, por la mansedumbre, por la honestidad, por la honradez, por la claridad, por la sutileza, por la impasibilidad, por la moralidad, por la generosidad, por la paz, antes que el por libertinaje, por la injusticia, por el atropello, por la violencia, por la soberbia, por la vanidad,…
La especie humana ciertamente ha evolucionado, ha cambiado. Hombres y mujeres, en tanto seres sociales, siempre han interactuado y dichas interacciones, por cierto, han variado en el tiempo. La cualidad de digno de uno y otro ha cambiado, aunque no su esencia, la dignidad no se erige en ambos de manera semejante, y los cambios han provocado en el tiempo, tanto en uno como en otro, mayores señas de humanidad, de mayor cualidad de humanos. ¡Así creo!
Falta, nos falta, sinceramente. No pocas veces nos queda la impresión de que damos dos pasos adelante y uno atrás, o más, quizás dos o tres. Todo mal. Y el retorno a los buenos pasos es demoroso, lento. Como se dice por ahí, es más fácil construir un edificio de ocho pisos que formar una persona buena.
“La persona humana en cuanto organismo biológico está sujeta a leyes de origen, desarrollo y decadencia. Durante este trayecto es válido que ella no puede ser usada como instrumento y que es digna de acogida y de respeto. Desde el primer instante de su existencia la persona es con otros, los otros son responsables ante ella, deben acogerla, no pueden manipularla como si fuera un instrumento. Es en sí misma un fin y demanda de todos acogida y protección”. (Juan de Dios Vial Correa y Ángel Rodríguez Guerro, 2009)
No es fácil, no es sencillo. Ser una persona buena o una buena persona no es tarea fácil, no es tarea de uno más uno, es tarea de todos. Y demanda tiempo, perseverancia, entereza, voluntad, respeto, humildad, educación, amor. Debe crearse un ambiente propicio para tan digna y magna tarea. Y no es cuestión de bienes, la dignidad se cultiva pacientemente, día a día. Y en consonancia con el otro, con el tú, con el prójimo.
Todos somos dignos, de humanidad, y no es tarea de unos, es tarea de todos, de todos con todos. ¿Cuesta? Hagámonos cargo de uno, sí, hagámonos cargo uno de uno más, si todos lo hacemos, ya es más que buen comienzo, y a perseverar. Repito, no es tarea de otros.
La cualidad de digno se cultiva, se labra, y… se cosecha. ¡Creánlo! No debe ser cuestión de demandas, hay que anticiparse a ellas.
Démonos las manos, estrechémoslas, mirándonos a los ojos, prodigándonos palabras de bien. ¿Se puede? ¡Sí!, rotundamente.
¿Cuándo comenzar? ¡Ya! ¡Que nos vaya bien! ¡Que les vaya bien!