Hace unos días, en una carta al director de un diario, algunos ex Ministros Educación plantearon que el país presentará un déficit de más de 30.000 docentes para el año 2030, especialmente en asignaturas como Ciencias, Matemáticas e Historia, con proyecciones que indican una caída de hasta el 80%. Nuestra región no estaría muy alejada de dichas cifras, en la práctica muchos colegios han debido traer maestros desde otras regiones o contratar ingenieros u otros profesionales y pedir la habilitación correspondiente al Ministerio de Educación. En este punto cabe señalar que los requisitos para las habilitaciones son cada día más exigentes y restrictivos.
Las ex autoridades también mencionaban, como una de las soluciones, simplificar los procesos de postulación a la Beca Vocación de Profesor, en su modalidad para licenciados y profesionales (creada el 2021) y aumentar los cupos disponibles. Esta beca busca atraer a personas de otras áreas que desean reconvertirse a la docencia, reconocer la “vocación tardía”, aprovechar el capital humano existente y reducir significativamente el tiempo y los recursos necesarios para formar nuevos profesionales desde cero.
Si bien la solución anterior pareciera correcta, creo que hay que poner en el tapete otros aspectos, como por ejemplo, mejorar, actualizar y/o modernizar las mallas curriculares actuales de las carreras de pedagogía que imparten las universidades, haciéndolas más atractivas para los postulantes, incorporando formación en materias de la psicología para que los profesionales cuenten con las herramientas necesarias para un adecuado manejo de estudiantes en el aula, formación en tecnologías y en inteligencia artificial, etc. Para que un estudiante elija una carrera de profesor, ésta debe despertar el interés tanto del punto de vista de la realización personal y profesional como del económico. No es menor la labor que desempeñan, nada menos que su día a día es formar a los líderes del mañana, por lo que es necesario generar cambios en ese sentido. Los empleadores, además, deben hacer un esfuerzo adicional, en la medida de lo posible, para mejorar las condiciones pecuniarias de los docentes. En otros países un profesor está al mismo nivel que un médico, un abogado o un ingeniero, en términos tanto de preparación académica como en los salarios. ¿Por qué en Chile no se da esta situación?, ¿será un problema cultural, político, ideológico?
Antes lo que decía un profesor era ley y era respetado por los estudiantes y por los padres y apoderados. Hoy en día pareciera que los menores tienen más poder que el profesor y que las familias “le cargan la mata” y culpan al docente por el comportamiento y desempeño de su pupilo. Debemos mirar qué está pasando en nuestra sociedad y al interior de las familias. Los niños son el reflejo de sus padres y lo que observan en su núcleo familiar es lo que llevan consigo. El profesor “hace lo que puede”, pero debe ser apoyado por las familias y trabajar en conjunto en la formación de los educandos.