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Columna

El antigabrielismo

opinion
22/07/2024 a las 09:14
Pablo Oyarzo
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Nelson Leiva Lerzundi, Cientista Político

A propósito, qué es este concepto de antigabrielismo acuñado por el timonel del Frente Amplio, Diego Ibáñez, respecto al comportamiento negacionista de la oposición que rechaza abiertamente todas las mociones enviadas por el gobierno para su aprobación y que siguen en espera en el parlamento.

Desde mi punto de vista no hay un antigabrielismo, sino que hay un estilo antigabrielista. Son muy distintos enfoques. Es cierto que existe una mayoría de la población a las que no les gusta la forma en que actúa el presidente, mientras que a otros no le convencen sus maneras de gobernar, pero en ningún caso tomar tales posturas sean una animadversión contra el presidente, o un antigrabrielismo.

Sin embargo, para la oposición política al gobierno sí existe una condición obstruccionista, le devuelven el favor al comportamiento del Frente Amplio en el periodo de Sebastián Piñera, incluyéndole a él como diputado de la República y sus injustificadas acusaciones constitucionales.

La sensación sobre la persona Gabriel Boric también pasa por un asunto generacional. Principalmente se le percibe como un adolescente en política, no le reconocen autoridad y eso es grave para el país y para su coalición de gobierno. Se tiene que afrontar y asumir que existe esta imagen sobre él, pese a ello es una realidad que no quiere ser interpretada y está siendo negada por la alianza gobernante. Se le suma que tampoco la coalición de gobierno reconoce que son minoría, limitando su independencia de acción para someterse a la perpetua búsqueda de acuerdos al interior del Congreso para sacar adelante sus propuestas, teniendo que sentarse a dialogar con el corazón en la mano con la oposición.

Hasta cierto punto, el problema esencial del presidente es una contrariedad de estilo, porque obviamente no puede pasar de ser un presidente moderado juvenil, pacifista e inconformista hacia las estructuras sociales y de un día para otro tomar posiciones en materias trascendentes e intrascendente sin el mayor sustento, o sea, desde el primer minuto debió hacerlo cuando se le requería más seriedad, no justamente ahora.

Y eso nos lleva a preguntarnos sobre cuál es el verdadero Gabriel Boric. Acaso es quien determina, fija un estilo, formas de gobierno, estructuras; o él que trata de quedar bien con todos los chilenos y con la historia. Mejor dicho, acaso es el que adopta a veces la imagen de un conciliador como Patricio Aylwin, lo mismo que un político progresista moderado como Ricardo Lagos o un idealista como Salvador Allende. No se puede congeniar con esas tres personalidades y esa realidad es la que desconcierta. Obviamente, el estilo de poeta gobernante no sirve. “Se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa” una frase para el bronce acuñada por el político estadounidense Mario Cuomo en 1985 y que escenifica la situación.

Hasta qué punto se puede soñar y en qué momento se materializan las ideas, transformarlas en realidad. Entonces el presidente tiene que encauzar su atrevimiento, su forma, su estructura política, para dar hechos concretos. Ya no es el adolescente, el soñador de la universidad, el muchacho que creó un movimiento o partido político, ni tampoco es el diputado que interpelaba al poder del momento. Ahora está en el gobierno, administra ese poder, ahora tiene que resolver y solucionar los problemas y para eso necesita ser más ejecutivo y para ser más ejecutivo tiene que ser más realista.

La política se hace con la realidad, con la pelota contra el piso, asumiendo que algunas cosas se pueden lograr mientras que otras no, enfrentando las decisiones con el viejo adagio de “la política en la medida de lo posible”. Este es sin duda su dilema político, zanjar la brecha de la credibilidad entre lo que prometió y lo que al final podrá realizar a causa de las condiciones que lo rodean.

Al final, el problema es que la personalidad del presidente no agrada y no se siente sincera. Eso puede darle el favor a quienes piensan que hay un anti Gabrielismo. No obstante, esto no es un culto a un gobierno o un culto a su personalidad, esto es política, la Realpolitik, pasar de la teoría a la práctica, a la política real. Del romanticismo a las medidas concretas. Y sabemos que la realidad siempre es menos idílica de lo que deseamos.

El escenario político del presidente es bastante complejo, ya que el único antigabrielismo que existe radica dentro de la misma concertación desde sus inicios, precisamente es la minoría parlamentaria de sus aliados que no le permiten conseguir sus ideales tan revolucionarios.

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