Hace unos meses el Ministerio de Salud reveló que, durante 2022, 44.000 personas murieron mientras estaban esperando una atención de salud, lo que ha vuelto a poner en la palestra las listas de espera.
No podemos permitir que esto se normalice, como una realidad silenciosa que está frente a nuestros ojos, pero que no queremos ver.
Según cifras del propio Ministerio, 318.923 personas están esperando una atención de especialidad en oftalmología; 217.817 personas en otorrinolaringología; 154.378 en ginecología, 146.743 en traumatología.
¿La especialidad con más personas esperando? Odontología, con 448.181, a nivel nacional, mientras que a nivel regional suma a más de 6 mil pacientes.
A lo anterior se suma que, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud actualizados a noviembre de 2023, el promedio de días de espera para consultas odontológicas no GES es de 244 días, es decir, más de 8 meses de espera; en Magallanes la espera puede ser superior a 5 años.
En un país donde hay más de 30.000 dentistas autorizados para ejercer, por encima de la recomendación de la OMS de 1 dentista cada 2.000 habitantes, resulta paradójico que la lista de espera odontológica sea la más grande del país, lo que genera un impacto en el bienestar de las personas y en la economía de las familias, debido al alto gasto de bolsillo que implica (el cuarto más grande según encuestas del INE en el ítem salud).
Urge entonces que la fila avance no solo en los pacientes, sino que también en la prioridad política de adoptar medidas innovadoras que fortalezcan las capacidades en el sector público, y, al mismo tiempo, la colaboración con prestadores privados que pueden ayudar a resolver este problema histórico.