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Columna

La decadencia de occidente, el “barro para los chanchos”

opinion
07/10/2024 a las 10:01
Pablo Oyarzo
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Magdalena Merbilháa, Historiadora

“La Decadencia de Occidente” es el título de un famoso libro escrito, entre las dos guerras mundiales, por el matemático, Oswald Spengler. La publicación golpeó a Europa y al mundo. Encarnaba una visión pesimista y fatalista para Occidente como cultura. Afirmaba que la historia era cíclica y que cada cultura tenía su ciclo de nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte.  Occidente no era la única cultura y estaba en franca decadencia y que inexorablemente iba a morir. Esto llevó a que otros autores replicaran y que el historiador británico, Arnold Toynbee hiciera un vasto estudio sobre las culturas afirmando que las decadencias son reversibles si se logra afirmar los valores fundantes de una cultura. De lo contrario, estas mueren. Para él la base fundante de nuestra cultura occidental era el cristianismo, no solo en términos religiosos, sino que culturales. Considerar al individuo persona única en sí misma, con dignidad y derechos individuales, que escribe su propia historia desde su libertad es algo que emana de la visión cristiana. Es la base de la cultura Cristiano Occidental.  El mundo sin embargo después de la hecatombe que significó el comienzo del siglo XX, se reinventó y logró la paz y la colaboración con lo que vinieron años de paz, crecimiento y avance. La Libertad económica fue la tónica desde los’80 , con lo que llegó la abundancia y la clase media prosperó. Pero los vientos ideológicos que soplaban desde el siglo XIX fueron cuajando, mutando y sembrando, con lo llegado el nuevo milenio comenzaron a cosechar.

El rechazo de Dios implicó hacer tambalear las bases de la cultura misma. Como sustituto surge una religión laica, que niega a Dios, y con ello la idea de Verdad. No conforme con eso, avanzó a negar incluso la razón humana, hasta atentar contra toda racionalidad.  Se puso en duda hasta la realidad misma. El marxismo ha sido el veneno mortal de nuestra cultura. Abandonó el sentido de trascendencia y entendió todo desde la materialidad. La visión original, emanada de la obra de Karl Marx y completada por Friedrich Engels fue reinventado desde Lenin. La idea de la necesidad de tomar las armas para provocar “la revolución” puso en jaque la idea democrática que por esencia dejaba fuera la violencia física como modo de hacer política para reemplazarla por el voto. Esta “ola antidemocrática” dentro de occidente fue una gran “piedra en el zapato” desde los años ’20. Las fuerzas sociales desplegadas en las calles, dispuestas a revertir los resultados de las elecciones por la fuerza, desde entonces han estado presentes. Del mismo modo el marxismo encontró una nueva variante desde la Escuela Crítica de Frankfurt. Ellos redescubrieron a Antonio Gramsci e iniciaron la llamada “vía cultural”. La idea de no ir directamente a cambiar la “infraestructura”, la economía, el modelo; sino a afectar las “supraestructuras” permeando la cultura, la educación y los medios de comunicación. Desde ahí comenzaron a “envenenar las mentes” y a afectar el sentido de la realidad misma de nuestra cultura Cristiano Occidental.  Se trataba de redefinir incluso la escala de valores aceptada. El trabajo de “los Estructuralistas” cuajó en los movimientos estudiantiles del ’68 y avanzó con fuerza desde entonces. La remetida final la realizaron los llamados “deconstructivistas” que plantearon que nada es real, sino que todo es una construcción social. Básicamente era un marxismo 3.0 mediante el cual las contradicciones iniciales opresores (burgueses) y oprimidos (proletariado) se reemplazaban por las contradicciones de grupos marginados con la construcción social imperante. Esta visión cuestionó la realidad misma, atacando la gran base de la cultura occidental, esa idea heredada del mundo griego, que cree que la Verdad existe y se puede alcanzar racionalmente. La confianza en la racionalidad es abandonada. Con esto, Occidente no solo se quedaba sin Dios, perdiendo la fe; sino que se quedaba sin la capacidad de conocimiento real, perdiendo y negando la razón.

Ese es el mundo en que vivimos. Un mundo que reniega de su ser, que cuestiona su cultura y que, por tanto, ataca las instituciones que esta cultura ha creado, incluida la democracia. La “ideología Woke”, no tiene sentido de verdad, por tanto, la degeneración es total. No hay bien y mal definidos, con lo que toda moral es imposible. Hoy vivimos una crisis moral de envergadura, donde la decadencia se ve por todas partes. Las voces se quejan contra la degeneración, la corrupción y el mal. El gran problema es que la ideología imperante, no solo ha puesto el sentir por sobre el ser, sino que ha negado la racionalidad por lo que para ellos lo malo es visto como bueno. No sólo la democracia está en crisis, que lo está, ya que Occidente y sus instituciones están en crisis.  El sentido mismo de la razón humana está en jaque. Ya muchos no distinguen la verdad del error, ni el bien del mal. Esta reinvención desde la “cultura woke” atenta contra la esencia del ser humano mismo. Niega la libertad y la individualidad humana generando colectivos antagonistas para aumentar las contradicciones. Si esto avanza, será la muerte de Occidente y del hombre como persona (sustancia individual de naturaleza racional). Sin Verdad, Bien y Belleza, solo queda “el barro para los chanchos”. Las consecuencias son mortales. 

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