La reciente actividad sísmica en la Región de Magallanes ha despertado inquietud entre sus habitantes y expertos. Aunque Chile es un país con alta sismicidad, el extremo sur ha sido históricamente menos afectado por grandes movimientos telúricos. Sin embargo, los últimos eventos han puesto en duda esa percepción. Desde el terremoto de magnitud 7,5 en el mar de Drake hasta la serie de temblores en Puerto Williams y Puerto Natales, la comunidad magallánica enfrenta una nueva realidad.
La interacción entre las placas tectónicas de Scotia y Antártica es la principal responsable de estos sismos. Aunque el movimiento no fue percibido en zonas como Punta Arenas, generó preocupación debido al riesgo de tsunami, lo que llevó al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA) a emitir una alerta y ordenar la evacuación preventiva de las zonas costeras. Este tipo de eventos, aunque menos frecuentes en Magallanes, han ocurrido en el pasado. En 1949, un terremoto de magnitud 7,8 sacudió Punta Arenas, causando daños estructurales significativos.
Más allá de la ciencia, la preocupación de los magallánicos se centra en la preparación ante posibles emergencias. ¿Está la región equipada para enfrentar un sismo de mayor magnitud? ¿Se han tomado las medidas necesarias para garantizar la seguridad de la población? La respuesta a estas preguntas definirá la capacidad de reacción de las autoridades y la resiliencia de la comunidad ante futuros eventos sísmicos.
Este fenómeno también plantea interrogantes sobre el impacto del cambio climático y la posible alteración de patrones geológicos en la zona. La historia de la deriva continental y la tectónica de placas ha moldeado la geología y la geografía de la Antártica y la Patagonia. En Magallanes, la actividad tectónica continúa siendo una realidad. Fomentar una sólida educación y cultura sísmica en las comunidades australes es clave para construir un futuro más seguro, consciente y resiliente frente a los movimientos de nuestro planeta en el fin del mundo.