La llegada del invierno en nuestra región austral transforma cada mañana en una postal helada. La escarcha cubre techos, vehículos y -con mayor peligro- las veredas por donde transitamos todos los días. Esta belleza efímera del paisaje esconde un riesgo real: el aumento de caídas y accidentes causados por superficies resbaladizas. Y aunque el fenómeno es recurrente, pareciera que cada año nos toma por sorpresa.

Punta Arenas es una ciudad acostumbrada al frío, pero eso no implica que debamos normalizar la inacción frente a sus consecuencias. Las cifras en servicios de urgencia hablan por sí solas: cada invierno se multiplican las consultas por fracturas y lesiones que podrían haberse evitado con medidas tan simples como barrer la nieve o aplicar sal. Nos enfrentamos entonces a una pregunta incómoda: ¿Estamos haciendo lo suficiente como comunidad para prevenir estos accidentes?

Muchos municipios, como el nuestro, ya cuentan con ordenanzas que exigen a los propietarios mantener limpias sus veredas. Sin embargo, la fiscalización es limitada, y más allá de lo legal, estamos ante un tema de conciencia cívica. En un entorno donde el frío puede ser implacable, la solidaridad debe ser más fuerte. Limpiar el tramo de vereda frente a casa no es sólo una tarea individual, sino un acto concreto de empatía hacia quienes deben salir temprano a trabajar, quienes llevan niños de la mano, o quienes ya no caminan con la misma seguridad de antes.

La solución no descansa únicamente sobre los hombros del municipio o del gobierno regional. Es cierto que se pueden mejorar los programas de distribución de sal, reforzar campañas educativas o desarrollar infraestructura más segura. Pero ninguna política pública será efectiva si no va de la mano con un compromiso ciudadano real y constante. Porque al final, los que caminamos por esas veredas somos todos.

Este invierno, más que abrigarnos del frío, abriguemos el compromiso con nuestro entorno. Enseñemos con el ejemplo a los más jóvenes, ayudemos a nuestros vecinos mayores, y recordemos que limpiar una vereda es más que una acción cotidiana: es un símbolo de respeto y responsabilidad mutua.

Que el invierno nos encuentre unidos, no caídos.