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Columna

Efecto péndulo

opinion
02/07/2025 a las 14:07
Periodista Web 3
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Juan Marcos Henríquez, Dr. en Ciencias Biológicas

Al inicio de los 90, los partidos y opciones cercanas al centro político dominaban las preferencias del electorado. Era un periodo de transición caracterizado por el orden, los acuerdos, crecimiento económico y estabilidad. Pese a las presiones de los movimientos y políticos adictos a la dictadura el país avanzaba en un clima de “transición ordenada”. Probablemente, lo anterior era posible debido a que los responsables de los problemas de Chile estaban claramente definidos y la realidad económica de las familias mejoraba gradualmente, junto al crecimiento del País. Pero apenas aparecieron las crisis financieras surgen los cuestionamientos y la ciudadanía empieza a dudar, cuestionar y buscar alternativas. El electorado empieza a buscar alternativas entre las ideas políticas opuestas alejándose del centro gradualmente. Algunos sostienen que el Estallido Social marca la polarización política y la inviabilidad del centro político; sin embargo, yo tiendo a pensar que la elección presidencial ente Lagos y Lavín marca el inicio de lo que hoy se conoce como péndulo político.

En política se ha acuñado el término péndulo político a la alternancia del poder entre fuerzas políticas opuestas. Una oscilación que lleva al electorado a cambiar sus preferencias electorales en forma cíclica elección tras elección. De esta forma, dentro de la misma Concertación se pasó de gobernantes demócrata cristianos a socialistas, luego de socialistas a renovación nacional y de derecha a frente amplio. En cada ocasión la insatisfacción de la ciudadanía aumenta y junto a ello la desconfianza por los actores políticos, los partidos tradicionales y las instituciones. ¿A quién le creo ahora?, parece ser una pregunta de nunca acabar y, en busca de respuesta, la ciudadanía tiene a elegir nuevos lideres, cada vez más radicales. 

El péndulo político ha llevado a la desaparición del centro político. Extrañamente muchos partidos de izquierda o derecha se han visto obligados a cumplir este rol, sólo por el vacío político y la necesidad evidente de diálogo y entendimiento. Lo anterior ha llevado a la dificultad de alcanzar acuerdos que den soluciones a aspectos estructurales de la nación, con posiciones cada vez más extremas y polarizadas. De esta forma cada cuatro años mudamos de casa las esperanzas y pasamos a intentos de soluciones distantes a lo que se había avanzado. Todo parte de nuevo y casi nada se soluciona. Así, un nuevo liderazgo, con discursos más fuerte e ideas más radicales pasan a dominar las encuestas y tienen posibilidades de ser elegidos(as). Un serio riesgo que las y los electores abracen y apoyen liderazgos populistas aumenta en cada elección, deteriorando con ello la democracia y sus instituciones.

En general, las diversas candidaturas de todo el espectro político le hablan y se estructuran para un electorado mayor de 40 años, en campañas algo estereotipadas y conservadoras, y generalmente dirigidas a aquellas personas que están predispuesta a votar. Sin embargo, la reposición de voto voluntario lleva a las candidatas y candidatos a enfrentar y convencer a un electorado nuevo, altamente volátil, proclive a la instantaneidad y altamente decepcionado. Un electorado con otra historia, con otro interés, con otras miradas, con otros compromisos, distintos a los votantes frecuentes. Un electorado que no tiene problemas en ir del blanco al negro, o de arriesgarse a giros ideológicos de 180°. Un electorado que termina apoyando a quién le brinde una mínima esperanza de bienestar ahora, con un lenguaje claro y directo.

En este escenario, no es raro que en la derecha la candidata de Chile Vamos Evelyn Matthei haya sido alcanzada y sobre pasada por un candidato más radical y populista, como José Antonio Kast. La centro-derecha es desplazada por posiciones de ultraderecha, ya que Kast representa una mirada de País mucho más autoritaria, conservadora y neoliberal que Evelyn Matthei. En el otro extremo, no es raro que una candidata que apostó al centro y con una mirada nostálgica del pasado como Tohá o el candidato del continuismo y con ambigüedad como Winter hayan sido derrotadas por una candidata como Jeanette Jara. Los otros representaban proyectos superados o fracasados, mientras Jara representa la nueva esperanza. Por tanto, era lógico que el péndulo aumente su ciclo en búsqueda de nuevas alternativas. Si bien Jara sabe que está lejos de masificar su candidatura, sin duda puede concluir que logró hacer sintonía con el electorado y sus esperanzas. La gente votó por un liderazgo de origen popular, mujer, profesional y realizadora, pero por sobre todo inclusiva y cercana. Sus desafíos inmediatos de Jara es no dejarse llevar por la inercia del péndulo e intentar construir un proyecto de gobierno que combine cambio con eficacia y necesidad con realismo.


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