Los colchones de agua fueron en su momento una de las mayores curiosidades en el mundo del descanso. Con su diseño poco convencional, prometían una experiencia de sueño distinta y un mayor confort gracias a su capacidad de adaptarse al cuerpo. Sin embargo, con el paso del tiempo, perdieron terreno frente a otras tecnologías como la espuma viscoelástica, los modelos de resortes y los híbridos.
Aun así, muchas personas se siguen preguntando si los colchones de agua son realmente cómodos y cuáles son sus ventajas y desventajas frente a otras alternativas más comunes. En la actualidad, siguen formando parte de los modelos de colchones para diferentes necesidades, aunque son poco frecuentes en el mercado.
Un colchón de agua consiste en una estructura blanda rellena con agua, que puede ser una sola cámara o estar dividida en varias zonas para limitar el movimiento. La idea principal detrás de este diseño es que el cuerpo se apoye de forma uniforme, sin generar presión en puntos específicos como hombros o caderas, lo que en teoría debería mejorar la calidad del sueño. Estos colchones pueden colocarse sobre una base rígida, tal como los tradicionales, acompañados de un respaldo de cama común.
Entre sus principales ventajas se encuentra la sensación de ingravidez que proporcionan. El agua permite que el colchón se adapte al contorno del cuerpo sin ofrecer resistencia, lo cual puede ser beneficioso para personas con dolores crónicos o con movilidad reducida. También permiten regular la temperatura mediante sistemas internos de calefacción, lo que brinda mayor comodidad en invierno. Esta cualidad térmica era uno de sus principales atractivos.
No obstante, los colchones de agua también presentan varios inconvenientes que explican por qué su uso disminuyó con el tiempo. Uno de los más importantes es su sensibilidad al movimiento. Cuando una persona cambia de posición, genera una onda que puede molestar a quien duerme al lado. Aunque algunos modelos más sofisticados incorporaron divisiones internas para reducir este efecto, no todos lo resolvieron de forma efectiva.
Por otro lado, requieren más mantenimiento que un modelo tradicional. Es necesario agregar productos especiales para evitar la proliferación de bacterias en el agua y revisar periódicamente que no haya filtraciones. Además, si se necesita trasladarlo, hay que vaciarlo por completo, lo que puede ser poco práctico. También es fundamental contar con una base sólida y un buen respaldo de cama para asegurar su estabilidad, ya que el peso del agua es considerable.
Otra crítica común es la falta de firmeza que puede tener el colchón si no está correctamente llenado o si la persona busca un soporte más rígido. En este sentido, no todas las personas se sienten cómodas con la sensación de "hundimiento" que produce. Esto lo convierte en una opción muy subjetiva, donde el confort depende en gran medida de las preferencias individuales.
En cuanto al precio, los colchones de agua solían ser más costosos que los modelos tradicionales, aunque hoy en día su valor es comparable al de otros modelos especializados. Sin embargo, la necesidad de componentes adicionales como calentadores, bases especiales y productos de mantención puede hacer que el costo total sea mayor a largo plazo.
También influyó en su pérdida de popularidad el avance de tecnologías más versátiles. Colchones de espuma de memoria, látex y modelos híbridos ofrecen adaptabilidad, soporte y comodidad sin los inconvenientes logísticos del agua. Esto hizo que, poco a poco, los consumidores optaran por alternativas más prácticas y fáciles de mantener.