Hace poco más de un año, ”El Atún” retó a la naturaleza y se lanzó a las gélidas aguas australes, a pesar de ser minusválido. El miércoles 9 de febrero, el polaco Rafal Ziobro cruzó el Estrecho de Magallanes a nado. Como él, son muchos quienes han realizado esta proeza con éxito.
Los hermanos Scott y Mark Lautman, Rachel Golub y el chileno Raúl Cristián Vergara, en el 2009; Benjamín Cáceres Murrie, quién en enero del año pasado realizó la travesía teniendo sólo 20 años; el grupo compuesto por las argentinas María Fernández van Raap y Luciana Ferreira, más el boliviano Óscar Caballero, los chilenos Julieta Núñez, Camila Soto y Moisés Rojas y la mexicana Patricia Guerra en el verano del 2007. Y cómo olvidar a Víctor “Tiburón” Contreras, que en 1978 se convirtió en el primer hombre en realizar la proeza, aunque dos años antes la estadounidense Lynne Cox fue la primera persona en hacerlo. La lista es muy larga.
Sin embargo, hay una persona que no logró cruzar el estrecho, pero cuyo intento tenga quizás más valor que todos los cruces logrados: se trata de Arturo Rivera Mena, quién el 21 de diciembre de 2009, con 67 años, se atrevió a realizar el desafío, a pesar de ser discapacitado.
Rivera, quien es conocido como “El Atún”, perdió una de sus piernas en un accidente automovilístico a los 18 años, pero nunca dejó que esta discapacidad le impidiera practicar algún deporte. Durante toda su vida ha participado en numerosas pruebas de natación, tanto a nivel nacional como en el extranjero, además de incursionar en otros deportes como el atletismo, triatlón y básquetbol. Incluso a motivado a otros atletas con capacidades físicas completas a realizar desafíos, como lo reconoció públicamente el nadador chorero Alex Araneda Saavedra, tras unir las costas de Lirquén y Talcahuano.
Incluso, el año 2000 participó junto a otros 70 nadadores en la maratón natatoria de Sao Paulo y venció. Él era el único minusválido.
Reto al destino
Aquel lunes, “El Atún” se lanzó al mar para cruzar los cerca de cinco kilómetros que separan a Punta Delgada de Bahía Azul, en Tierra del Fuego. No era un desafío sencillo. Pero contaba con el apoyo de su familia y muchas personas con capacidades diferentes que veían en la aventura que emprendía este hombre como una lección de vida: las ganas de doblarle la mano al destino, pese a la adversidad.
Con gran ímpetu el nadador luchó contra la corriente, el viento y el frío de las aguas australes. Otros que han realizado este desafío cuentan que la intensidad de las olas provoca que el nadador cambie la dirección en 180º sin percatarse.
Sin embargo, cuando había avanzado más de un kilómetro, “El Atún” se dio cuenta de que sería imposible coronar la travesía. Con mucha tristeza, se acercó a uno de los botes que resguardaban su seguridad y admitió que no podía más.
Pero la aparente derrota en manos del mar es toda una victoria moral. El desafío emprendido contra la naturaleza es una gran inspiración para todos.