
El resultado de la acción derivó en que el adolescente se retirara cabizbajo a su hogar, lo que motivó a que inmediatamente su madre se dirigiera al establecimiento para aclarar la particular situación.
Lamentablemente, la apoderada no tuvo ninguna respuesta de parte de la persona que la atendió, que según señaló, era el inspector, de quien esperaba que “por último me diera plata para pagarle un peluquero a mi hijo por cómo le dejaron el pelo”. Manifestó, asimismo, que su hijo asiste a clases “con temor a las represalias”, por el reclamo de su madre.