
Por otro lado, la cooperación internacional fue sumamente importante; un 56% de las investigaciones del Programa Nacional de Ciencia Antártica fue en alianza con otros países.
El potencial de los biorrecursos
En este plano, es importante resaltar que por sus condiciones únicas de aislamiento y frío, la Antártica alberga un potencial científico y biotecnológico enorme e inexplorado. Así lo ha entendido el equipo liderado por Jenny Blamey, de la Fundación Biociencia, quien en asociación con el Inach, ha llevado a cabo en los últimos tres años el proyecto de mayor inversión en ciencia antártica nacional, que compromete recursos del orden de los US$ 4 millones, que incluyen aportes del programa Innova de Corfo.
En esta investigación se analizó una amplia gama de biocompuestos encontrados en la zona antártica, en los que se identificó una serie de enzimas que permiten llevar a cabo diferentes transformaciones de interés para la industria química, como, por ejemplo, enzimas agarolíticas capaces de degradar el agar.
Se trata de un biocompuesto extraído principalmente de las algas, que es utilizado para generar medios sólidos de cultivo. En esta línea, se identificó una serie de enzimas capaces de degradar péptidos y proteínas en sitios específicos, las cuales pueden abrir campo a una amplia gama de nuevas aplicaciones en la industria alimenticia y cosmética, dadas sus propiedades gelificantes. Otras aplicaciones están relacionadas con la capacidad que tienen estos compuestos orgánicos para degradar los desechos generados por las actividades industriales.
Además, se identificó una serie de biocompuestos con propiedades antioxidantes, que pueden servir para generar protectores solares u otro tipo de productos para protegerse de los dañinos efectos sobre la piel de la radiación ultravioleta del sol. Ello, dado que muchos de los microorganismos presentes en la Antártica están expuestos a una alta cantidad de radiación. En esta línea, el equipo de Blamey descubrió que estos seres vivos producen pigmentos muy específicos, los que poseen una alta actividad antioxidante, por lo que este descubrimiento podría tener una buena acogida en la industria de la cosmética, utilizando las enzimas como principio activo en la fabricación de cremas y geles fotoprotectores.
Vida en condiciones extremas
Dentro de los hallazgos de la investigación liderada por Blamey, destaca el descubrimiento de un microorganismo (deinoccus sp) capaz de resistir altos niveles de radiación gama y ultravioleta. La radiación gama es la que se emite durante los desastres nucleares y es una de las más dañinas para los organismos vivos.
Asimismo, desde un punto de vista ecológico, se identificó una serie de ambientes extremos (ácidos, salinos, cálidos, supercálidos) presentes en la Antártica.
Entre estos últimos, el caso de la isla Decepción ha sido especialmente interesante. En este lugar se encontró un volcán emergido sobre el mar, con una historia geológica muy particular, ya que en su cráter se mezclan las altas temperaturas, glaciares, material piroclástico y una composición mineralógica especial.
Los científicos han estudiado el ADN de los microorganismos que viven en esta isla, con el objetivo de entender cómo ocurren los procesos de asimilamiento de nutrientes. Estos resultados son importantes, no sólo porque proveen una descripción de un sitio único en el planeta, sino porque ayudan a entender las conexiones evolutivas entre la Antártica y el resto del planeta.
Por último, otro aspecto relevante de esta iniciativa es que permitió implementar el primer laboratorio chileno de microbiología, bioquímica y biología molecular en la Antártica, el que está funcionando en dependencias de la base “Profesor Escudero”. Estas instalaciones potenciarán la cooperación internacional y la formación de capital humano, ya que más de diez estudiantes de pre y post grado están trabajando en él. A este último se suma el Laboratorio de Biorrecursos Antárticos implementado en Punta Arenas, en el que trabaja el equipo del Dr. Marcelo González del Inach, quien ha desarrollado una investigación relacionada con el estudio del sistema inmunológico del erizo antártico y su respuesta al estrés térmico, todo ello en un contexto de gran incertidumbre ante los posibles efectos del calentamiento global en el ecosistema polar.