
Corre el tiempo y las alarmas ya vienen sonando hace varios años. El orificio de la capa de ozono es una verdad inconveniente. En el caso de la extrema Magallanes, a medida que los glaciares escurren, los efectos se prevén directos.
Ya tuvimos en noviembre de 2007 la visita del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon que apenas puso pie en el aeropuerto Carlos Ibáñez dijo “es sorprendente el impacto mundial del calentamiento global”, dijo al constatar el retroceso de los glaciares, “el mundo está cambiando, y la comunidad internacional debe actuar ahora”.
La sentencia, hecha hombro con hombro junto a Claudio Bunster (antes Teitelboim) -del Centro de Estudios Científicos, organismo reconocido mundialmente en la materia-, encendió la mecha que materializó definitivamente en 2009 la sugerente “Declaración de Magallanes” .
Este manifiesto fue firmado en octubre de aquel año, por el intendente de turno, Mario Maturana, autoridades de la Universidad de Magallanes, del Instituto Antártico Chileno y representantes científicos de Chile y el extranjero, todos convocados en el coloquio internacional denominado “Cambio Climático en la Región de Magallanes y Antártica: Evidencia y Desafíos para el Futuro”.
Ahí se dieron cuenta, entre otras cosas, que en “Magallanes y la Península (…) el cambio climático está ocurriendo en forma acelerada, (…) significando un riesgo potencial al medioambiente y a los habitantes de la región y del planeta”.
En un simple sondeo de a pie, se puede verificar que el ojo magallánico atento ya ha advertido lo errático que se ha vuelto nuestro clima.
Y la Dirección Meteorológica de Chile lo confirma. Tan sólo para este trimestre, entrega un análisis de “la predicción de temperatura máxima: sobre lo normal”, junto a las regiones de Valparaíso y el Maule. Siendo el promedio máximo de 6 ºC este invierno, luego de una máxima de 14 ºC durante la temporada estival en el estrecho.
Así, uno de los expertos más reconocidos a nivel mundial en la problemática, Paul Mayewski, investigador de la Universidad de Maine, Estados Unidos, explicó enfático a la opinión pública de Punta Arenas: “Esta región es una puerta a la Antártica y mucho de lo que está pasando acá forma parte del impacto de este fenómeno en el mundo”.
Ciertamente, y parafraseando la Declaración de Magallanes sellada en el lago Grey de Torres del Paine, el cambio climático no sólo representa una amenaza a la integridad de los ecosistemas del extremo sur de América y Antártica (incluidos por su puesto sus habitantes), sino que debería ser activamente considerado una oportunidad para mejorar la relación entre la humanidad y una de las últimas áreas prístinas del mundo.